lunes, agosto 24, 2009

Plaza Pública. La renuncia de Paoli Bolio al PAN

Por Miguel Angel Granados Chapa






24 agosto 2009
ma@granadoschapa.com


El alejamiento del partido de los ciudadanos, fuerte motivo

El jueves pasado Francisco José Paoli Bolio renunció a pertenecer al Partido Acción Nacional, al que se vinculó en 1991 y del que fue miembro sobresaliente desde 1993.

Pidió al presidente del partido, César Nava, que borre su nombre del padrón de miembros por tres poderosas razones: “el partido ha dejado de ser un instrumento al servicio de los ciudadanos”; él ha dejado de ser “una persona útil al PAN como” cree “haberlo sido por más de tres lustros”, y a fin de “quedar en mejores condiciones para realizar la investigación sobre el sistema de partidos”, que ha emprendido.

Pues, explica, “es muy difícil que mi análisis del PAN y de los otros partidos pueda ser considerado imparcial mientras sea miembro activo” de esa organización.

Doctor en ciencias sociales, Paoli recorrió un largo trayecto político, que en ocasiones dejó espacio para una fructífera tarea académica. Además de dirigir departamentos y divisiones de estudios en la Universidad Iberoamericana, su alma mater, y en la unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana, sirvió a esta institución como rector de la unidad Xochimilco, y como abogado general.

Su amplia producción bibliográfica muestra que aun en sus etapas de intenso activismo pudo reflexionar sobre la historia y la política de nuestro país, de las que es un profundo conocedor. Ha hecho también literatura; está por salir de las prensas su novela más reciente, que gira en torno de la vida de Justo Sierra O’Reilly y tiene como trasfondo siglo y medio de historia de su natal Yucatán y la península toda.

Desde muy joven, cuando cursaba la carrera de Derecho, obedeció a su impulso de buscar o construir un espacio que ensanchara la estrecha democracia en el sistema autoritario priísta en que vivimos durante décadas. Trató de aclimatar en México la democracia cristiana y en ello andaba cuando pareció surgir una posibilidad de raigambre nacional. Lo que ocurriría décadas después empezó a manifestarse en amplias porciones de la sociedad cuando Carlos A. Madrazo, despedido del PRI por la rigidez feroz de Gustavo Díaz Ordaz, se encaminó a generar una nueva opción política, recuperando valores populares y democráticos como los que animaron, aunque suena a paradoja, a Vasconcelos y Cárdenas.

El Partido de la Patria Joven –el bautizo corrió a cargo de Paoli—se anunció como una promesa feraz que no pudo fructificar por las vacilaciones de su inspirador y luego, de modo más definitivo, por su muerte, que tardiamente su hijo Roberto ha tenido como resultado no de un accidente sino de un atentado.

Frustradas esas primeras esperanzas, Paoli se adhirió a la que promovía Heberto Castillo. A su lado, como dirigente del Partido Mexicano de los Trabajadores, Paoli se aproximó a la meta de los políticos de buena cepa, aquella en la que se sustituyen ideales y sueños por proyectos. No pudo concretarlos cuando el PMT se unió a la izquierda comunista para crear el Partido Mexicano Socialista.

Tras un breve receso, Paoli atendió la invitación de su amigo y contemporáneo Diego Fernández de Cevallos, quien propició, sin forzar su ingreso al partido, que Paoli fuera diputado federal. Luego, afiliado ya al PAN, se desempeñó como un activo y leal militante. En su carta de renuncia, Paoli recuerda a Nava que fue miembro de la Asamblea de Representantes, elegido por mayoría en su distrito; secretario de estudios del comité nacional presidido por Felipe Calderón y miembro del propio comité encabezado por Luis Felipe Bravo Mena. Fue consejero nacional durante seis años, coordinó la elaboración de la plataforma legislativa en 1997, mismo año en que volvió a la Cámara. Fue en esa histórica legislatura —la primera donde el PRI no contó con la mayoría— subcoordinador de la bancada panista, y su eminencia en la nueva forma de conducir los trabajos legislativos se expresó en el papel que tuvo en la reforma a la Ley orgánica y en ocupar la primera presidencia de la Cámara elegida por un periodo anual, no mensual. Durante casi tres años, fue subsecretario de desarrollo político de la secretaría de Gobernación, cuyo titular era Santiago Creel, a quien Paoli manifestó su desacuerdo, desde una perspectiva ética, jurídica y política, por otorgar a Televisa permisos para establecer centros de apuestas, que se han multiplicado para daño de la juventud. Y todavía realizó tareas programáticas para el gobierno de Calderón. “Agradezco —dice a Nava— las encomiendas de todas esas tareas y responsabilidades, que me hicieron posible servir a México como miembro del PAN”.

Pero ese partido, según su parecer ha abandonado algunos de sus principios y modos: “En la mayoría de los casos para la selección de candidatos a diputados federales, no hubo respeto a los principios y procedimientos democráticos… sino que las decisiones se tomaron en la cúpula del partido” se ejercieron “presiones sobre precandidatos que no eran del gusto de la dirigencia nacional. En la expresión de convicciones que lo llevaron a enfrentarse a Manuel Espino, Paoli denuncia que el PAN “ha sido penetrado por grupos ultramontanos de extrema derecha que tienen privilegios para el lanzamiento de candidatos, nombramientos gubernamentales y paragubernamentales, en los equipos del gobierno nacional, de los estados y los municipios” La renuncia de Paoli debería ser un insumo para la Comisión de análisis y reflexión creada a regañadientes ante el desastre del 5 de julio. Pero temo que en vez de estudiarla se le aseste a Paoli trato de desertor. — México, Distrito Federal.

ma@granadoschapa.com

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