jueves, octubre 29, 2009

Columna Asimetrías. Amarrar a la Perra

Por Fausto Fernández Ponte





29 octubre 2009

“En 1900, los corridos populares describían proféticamente lo que vendría: de hecho, convocaban a hacer la revolución”.
Jorge Alvarez, Historiador de la música popular mexicana.

I

Los Tigres del Norte –no huelga identificarlos, pues son de sobra conocidos en la cultura grupera y fronterizo-norteña— son, desde cualesquier prismas, juglares que narran hechos y sucedidos y
percepciones públicas de los tiempos que corren.

Y éstos tiempos se caracterizan por la descomposición rampante del poder político del Estado mexicano, la cual consignan con eufemismos que son entendidos por sus seguidores. Con coloquialismos y metáforas identifican a México como la granja.

Y los habitantes de la granja –los granjeros-- ya están hartos de la perra, ambage circunlógico con el cual se identifica y moteja al poder político del Estado represenentado por Felipe Calderón. Así lo disciernen los destinatarios del CD.

La canción –típicamente grupera, con elementos del corrido-- va así: “Si la perra está amarrada / aunque ladre todo el día / no la deben de soltar. / Mi abuelito me decía / que podían arrepentirse / los que no la conocían”.

Y más: “Por el zorro lo supimos / que llegó a romper los platos / y la cuerda de la perra la mordió por un buen rato / y yo creo que se soltó / para armar un gran relajo”. Elucídese que el zorro es –ya lo habrá adivinado usted, caro leyente— Vicente Fox.

Y el mensaje político –entre líneas— va a sì: “Hoy tenemos día con día / mucha inseguridad / porque se soltó la perra, / todo lo vino a regar. / Entre todos los granjeros / la tenemos que amarrar“. Propuesta: los mexicanos tendrán que atar a don Felipe.

La propuesta, empero, no va más allá. Y aunque en el poder político panista del Estado se considera que la lírica de “La Granja” es subversiva, en realidad no lo es. El público le puede dar la interpretación que quiera. Literal o sobreentendida.

Pero esa lírica reivindica la música de protesta --en balada, corrido o grupera, cantada por solistas o por banda— como herramienta social de concientización política y, por tanto, educativa; es expresión de recursividad popular ante la descomposición.

II

Esa descomposición tiene consecuencias terribles, siendo una de éstas la incertidumbre económica y social, la inestabilidad política, la agudización dramática de la desigualdad, la injusticia y el ejercicio inicuo, draconiano, del poder.

Por poder entenderíase aquí no sólo al poder político del Estado, sino al poder real –el del dinero— que fomenta las conductas de los personeros de aquél en sus vertientes ejecutiva, legislativa y judicial. Esa es la realidad objetiva. Indiscutible. Insoslayable.

Esa realidad tiene dialéctica propia: surgió como crisis, pero su permanencia –hoy espectacularmente manifestada— la ha mutado en otra cosa, inasible a la definición científica exacta. Por definición, una crisis es efímera y, ergo, finita.

Pero la crisis mexicana desafía las definiciones de las ciencias políticas y sociales al desarrollarse y adoptar modalidades y guisas y atuendos jamás imaginados porque no hay precedentes en nuestra historia. Ya son 27 años de crisis, desde 1982.

A ésta crisis podríasele aplicar el calificativo de permanente, aunque parezca contradictorio. Crisis crónica. Inherente, consustancial, intrínseca. Los mexicanos que nacieron hace 27 años –el promedio de edad de la población-- han vivido en esa realidad.

Empero, en esos 27 años no todos los mexicanos nacidos desde entonces y los que habían llegado antes discirnieron esa realidad; de hecho, aun hay muchos ciudadanos insensibles y, por tanto, indiferentes al entorno; algunos incluso prosperan.

Mas aun los que prosperan en la crisis se identifican, en lo más remoto de su psique, con los mexicanos damnificados, que somos la inmensa mayoría en ese universo de sociedades étnicas que epicenamente conforman al pueblo de México.
Por primera vez en varias generaciones –tal vez desde el hito que significó el apogeo del autoritarismo genocida díazordacista y echeverriísta-- existe un vector que uniría a los mexicanos: la noción de que es imperativo e imposponible un cambio.

III

Allí, en ese punto coincidente convergen los vectores de la conciencia societal. Que haya un cambio. En esa convicción las antípodas se fusionan. Los polos se acercan mutuamente. La polarización se reduce a lo mínimo. Pero es una unidad endeble.

Ello podría unirnos. Podría, añadiríase, cohesionar a los mexicanos que históricamente hemos estado desunidos a partir de las diferencias acerca de qué clase de cambios queremos y, sobre todo, cómo hacerlos. Nuestra idiosincrasia ha sido crucial.

La idiosincrasia y la composición misma del tejido societal, particularmente en el grupo mayoritario de los pueblos de México, el mestizo, con su cultura occidentalizada, cincelada por el vector religioso europeo, y la lengua franca --la castellana— impuesta.

Esa idiosincrasia no es, hágase la salvedad, genética, sino adquirida; es, por ello, cultural. A los mexicanos les resulta difícil liberar su conciencia hacia horizontes que la harían, además, despertar. Queremos el cambio, pero sin participar.

Convocamos también a la acción. Pero las convocatorias son generales, no implican una actuación política. El fuero interno individual y colectivo se tranquiliza de ese estilo. ¡Hay que actuar!, se exhorta. Pero nadie da el paso siguiente: organizarnos.

Y organizarnos para la acción. Con un plan. Para hacer. Estar preparados mentalmente. Y dispuestos al sacrificio incluso. Sacrificar estilos de vida, comodidades, molicie, hábitos, consumo de satisfactores superfluos, que son los más.

Quejarnos de la situación y lamentarnos de que “nadie” hace algo al respecto para cambiar la situación nos ha distinguido. El mexicano –lo dijeron Octavio Paz y Samuel Ramos-- disfrutan del hábito de la queja y de culpar a otros de sus avatares.

Todos convocan a la acción, pero sin un plan y sin asumir lideratos e iniciativas concretas, nutriendo así a la cultura de la protesta y de la derrota, que se alimenta de la mediatización de “resistir” civilmente, pacíficamente. Resistir la opresión.

Y resistir –estamos orgullosos de nuestra “gran” capacidad de aguante-- nos atrae, pues no implica esfuerzo ni sacrificios mayores. Resistir –pensamos-- es de valientes; de machos muy machos. Los Niños Héroes resistieron. Y se lanzaron al precipicio.

Resistir pasivamente es castración por mano propia si no es seguido de acciones concretas pensadas, planeadas, calculadas, previstas y prospectivamente anticipadas; es decir, organizadas. Así se accedería de la resistencia pasiva a la activa. Al cambio.

El símil de la Granja no va más allá del exhorto preceptivo implícito. No se trata únicamente de amarrar entre todos los mexicanos a la perra, sino de dar el paso que sigue: enviarla a la perrera. Y buscar un nuevo cánido, obediente a los granjeros.

ffponte@gmail.com

www.faustofernandezpontecom

Glosario:
Lengua franca: el dioma más extendido, dominante en la interacción social de una comunidad.

Lecturas y audios recomendados:

Álbum La Granja, de los Tigres del Norte.

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