martes, octubre 27, 2009

Columna Asimetrías. La Doctrina Lansing

Por Fausto Fernández Ponte






27 octubre 2009

“La modernidad debe traducirse en mejores condiciones para los excluidos de siempre. El verdadero saber no es neutro; debe estar impregnado de compromiso social”.
José Narro Robles, Rector de la UNAM

I

Muchos de aquellos mexicanos que, como éste escribidor, abrevaron en instituciones de educación superior en Estados Unidos y vivido décadas en ese país analizando la psique y la cultura del poder, tienen muy presente la llamada doctrina Lansing.

Hágase la salvedad que éste escribidor se refiere sólo a esos becarios en EU nacidos y formados hasta la adolescencia o juventud adulta en México y en el pensamiento inquisitivo y analítico, y
poseedores de conciencia política despierta y crítica.

De 1958 a 1960, el “Establishment” del poder estadunidense intensificó una miríada diversa de programas de becas universitarias y en otros centros de formación profesional a miles y miles de jóvenes de México, Nuestra América y el Caribe.

Esos programas continúan en vigencia y, de hecho, sábese que se han extendido aun más, hacia países africanos y asiáticos. Muchas becas son para ciencias, pero la mayoría son para humanidades; éstas últimas en disciplinas políticas y sociales.

Los mexicanos que estudiaban humanidades en EU mediante esas becas –financiadas por las grandes corporaciones trasnacionales de ese país-- abrevaban en las moralejas de la guerra con México, en 1846-48, que produjo colosal botín para los estadunidenses.

Ese botín, por si se ha olvidado, se representó en la apropiación rapiñesca de más de la mitad del territorio de México, el cual conforma hoy el espinazo de la economía de EU. En 1836, 12 años antes, una minoría anglosajona separó a Texas de México.

Pero ¿qué es la doctrina Lansing? Así identificaríanse las propuestas formuladas en 1924 por Richard Lansing, secretario de Estado en el gobierno que presidía Woodrow Wilson. Lansing se
inspiraba en las lecciones aprendidas de la guerra con México.

Esa guerra fue costosa en términos políticos, pues resultó en muchas pérdidas de vida de soldados estadunidenses, lo que la hizo impopular. Fue, además, muy cuestionada en términos morales, aunque el beneficio material –el botín— es inconmensurable.

II

La moraleja mayor de esa guerra es la de la inconveniencia de que EU haga la guerra cerca de su propio territorio, sino lo más lejos posible. Tampoco guerrear en países enormes. Lansing decía que EU se habría indigestado si hubiese devorado a México en 1848.

Y, según algunos generales estadunidenses de la conocencia de éste escribidor, ni siquiera hoy sería factible conquistar a México militarmente. Sería una pesadilla estratégica y, no se diga, logística. Conquistarlo requiere otros métodos.

Y el mètodo diseñado por Lansing se define en sus propias palabras: “México es un país extraordinariamente fácil de dominar porque basta con controlar a un solo hombre: el Presidente”.

¿Y cómo se les controla? Lansing tenìa la respuesta: formándolos en universidades de EU con arreglo a los valores inspirados en las filosofías del capitalismo y el imperialismo y la “American way of life”. Allí reside la racionalidad de las becas.

Y esa racionalidad dióle frutos a EU: Miguel de la Madrid, Carlos Salinas (y su alter ego, el argelino José María Córdoba Montoya) , Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón, preparados en Harvard, Yale y Stanford, facilitaron nuestra dominación.

Y no sólo la permitieron, sino que participaron –y aun participan—activamente en ella, pues en los hechos, a la luz de sus actuaciones sexenales y posteriores actuaron como agentes estadunidenses en México. Eso es hoy, en éste sexenio, don Felipe.

Son los agentes de un proyecto de nación cuyo antecedente se remonta al conservadurismo atávico de los que instalaron a Iturbide en el Primer Imperio Mexicano y los que trajeron a Maximiliano. México, ínsula de poderes imperiales exógenos.

Dada la “eficacia” (para EU, no para los mexicanos) de los agentes del imperialismo estadunidense en México, el imperio no se siente presionado para ir más allá e incorporar o anexar convencionalmente a nuestro país a su propio territorio.

III

Según la perspectiva estadunidense, “puertorricanizar” a México formalmente (por medio de la figura jurídica de “Estado Libre Asociado”) implicaría muchas obligaciones para la Metrópoli neocolonial. México es cientos de veces más grande que Puerto Rico.

Hoy México es, para todos los efectos prácticos de la geopolítica y la geoconomía, un enclave estadunidense, si no es que provincia. Como dicen en Washington con sarcástica seriedad, “México es el Estado 51 de la Unión; los mexicanos no lo saben”.

Hay, desde luego, equivalentes jurídicos a los de puertorricanización de facto de México: el Tratado de Libre Comercio, la Alianza Para la Seguridad y Prosperidad de la América del Norte,
el Plan Puebla Panamá, la Iniciativa Mérida, etc .

Por eso se quejan hombres lúcidos como el rector Narro. El proyecto de nación implantado desde EU mediante los oficios del señor Calderón y sus predecesores ha fracasado por su origen y alcance franca e insoslayablemente antisocial.

“Aprovechamos ese fracaso del sistema financiero para proponer nuevos esquemas de desarrollo que permitan a los jóvenes recuperar la esperanza en un futuro más alentador”, dijo éste educador al recibir la UNAM el premio Príncipe de Asturias.

Por ello ya no se enseña filosofía. Ni historia. Ni lógica. Ni ética ni estética. Ya no sabemos de dónde vinimos ni si fuimos conquistados. Pensamos que surgimos de la nada, sin memoria histórica ni identidad para darnos una nueva identidad, la gringa.

En los hechos esto es cierto. Para EU México es el Estado territorialmente más grande, el más poblado, el que tiene mayor riqueza (incluso humana) de la Unión. En Washington, los asuntos de México no son de política exterior, sino domésticos.

Y es así como está México. Sin hacer una guerra como la de 1846-48, sin desembarco de “marines” –1914 en Veracruz-- ni expediciones punitivas (Pershing contra Villa) ni aspavientos ni gritos. El colmo: EU hasta hizo un muro para tenernos confinados.

Y confinados estamos. Lansing pensaba que si en 1924 EU conquistaba México la indigestión podría serle fatal: ¿Qué haría EU con un aumento súbito de unos 25 ó 30 millones de nuevos habitantes? ¿Y con un territorio tan vasto y muy habitado?

En 1848, California, Arizona, Nuevo México, Colorado, Nevada y hasta Utah y la frontera con Oregón al norte y la Luisiana al este estaban poco pobladas, de modo que a EU le fue relativamente fácil imponerse, pese a la resistencia armada en Los Ángeles.

La doctrina Lansing explicaría lo ocurrente hoy en México: la implantación draconiana –antidemocrática-- y, ergo, brutal, de un proyecto de nación diseñado a contrapelo de la experiencia histórica y que sólo empobrece aun más a los mexicanos.

ffponte@gmail.com

www.faustofernandezponte.com

Glosario:

Córdoba Montoya, José María: conoció en la Universidad de Stanford a Carlos Salinas, Rogelio Montemayor, Pedro Aspe y Jaime Serra Puche y otros miembros del gabinete en el sexenio salinista, convirtiéndose en una especie de “controlador” del grupo. Cuando regresaron a México, los de ese grupo lo hicieron mexicano y lo situaron en puestos importantes en el gobierno. Se decía en ese sexenio que el señor Montoya era el operador o agente del Consenso de Washington en México para coordinar los afanes de esos funcionarios.

Lecturas recomendadas:
El proyecto de nación de Washington para América Latina, de Francisco Padilla. FCE.
Las Intervenciones norteamericanas en Mèxico, de Gastón Garcìa Cantù. Era.

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