jueves, octubre 08, 2009

Columna Asimetrías. Opresión y Poder Político

Por Fausto Fernández Ponte






08 octubre 2009

“No rectificar es lo que finalmente aniquiliará a todos los mexicanos”.

Víctor Hernández, Periodista.

I

La cita del colega Hernández –fundador que fue en 2006 del periódico internético El Sendero del Peje, pionero en lo que algunos llamarían prensa de partido por el ciberespacio-- consignada en el epígrafe de la entrega de hoy se empataría el sentir de la cara leyente Noemí Villaverde.

La señora Villaverde, quien informa seguirnos desde Nuevo León en un periódico impreso que no identifica y “en varios medios de comunicación de Internet”, escribe: “Usted afirma que vivimos bajo una supuesta opresión, pero la verdad es que yo no la veo; díganos dónde está”.

Añade: “Yo no me siento oprimida ni por mi esposo ni por nadie; tengo mucha libertad de hacer y decir lo que quiera, pese a que ambos somos pensionados como médicos del Instituto Mexicano del Seguro Social. Viajamos a Europa y allá coincidimos con muchos otros viajeros mexicanos”.

Felicitamos a la leyente Villaverde por no sentirse oprimida, pero le prercisamos que la opresión en la que, objetivamente discernido, viven casi todos los mexicanos se define por sí misma en la desigualdad y la injusticia prevalecientes y su secuela más dramática: la creciente pobreza.

Y la pobreza es medible con arreglo a varias metodologías --algunas de ellas amañadas—diseñadas científicamente que, si aplicadas con rigor ético, describen estadísticamente una realidad social lacerante, asaz dramática incluso.

Más si esa realidad no es opresiva para leyentes como la médica Villaverde y su esposo –cada uno tiene una pensión de 75 mil pesos mensuales, según informa--, sí lo es para esos millones de compatriotas que viven atrapados en los compartimentos estancos de la pobreza.

Otro rostro de la opresión, además de la pobreza, es el que muestra lo que conocemos como “carestía de la vida” –acceso barato a los bienes y servicios de consumo básico o necesario--, así como la creciente inseguridad social (y pública, también) y bajos salarios y desempleo.

La opresión también se define a sí misma en la exacción –los impuestos-- a los pobres mientras a los muy ricos y, por ello, pudientes influyentísimos, el poder político príista-panista del Estado le permite la evasión y la elusión fiscales mediante guisas legaloides y epiqueyas generosas.

II

A esas expresiones elocuentes de opresión súmanse las que devienen de la represión --que calificaríamos de brutal-- de las disidencias ideológicas y políticas activas y organizadas. Hay muchos presos políticos y muchos desaparecidos por motivos políticos. Su número crece.

Y por si ello fuere magro, el Estado mexicano ocupa, desde hace varios sexenios, un sitial vergonzoso: campeón mundial en violaciones de los derechos humanos y en tortura, así como en asesinatos promedio por día. Nadie le gana al Estado mexicano. Indiscutible campeón torturador.

Si ello no es opresión, ¿qué es, entonces? Los medios difusores y otros instrumentos de control social (el sistema de educación pública y la religión organizada con fines de poder y negocio-- son propiedad de esos ricos que no pagan impuestos, interesados en preservar el statu quo.

Nuestros bienes y recursos estratégicos principales de exportación –los migrantes y el petróleo-- y las ganancias exorbitantes de consorcios trasnacionales y el saqueo de bienes patrimoniales –minería-- se exportan igual. Los ricos mexicanos también exportan sus ganancias.

Mas la definición más elocuente de la opresión bajo la cual vivimos es precisamente la de que millones de mexicanos pobres carecen de conciencia de su situación. Conforman, con los ricos, un sustrato de coincidencias que disfrazan los intereses de clase respectivos.

No registran, pues, las causales y los vectores de la opresión. La simulación democrática y la administración de justicia se confunden con el paisaje societal-cultural de tal modo que su vera naturaleza y las manifestaciones antisociales de ésta escapan a la percepción colectiva.

Señálese que en el poder político del Estado, que es instrumento de los opresores, tampoco parece advertirse una conciencia de la opresión, aunque ciertos militantes panistas amigos –que no son pocos— de éste tlacuilo escribidor, reconocen en privado lo siguiente:

Uno: que “el gobierno de Felipe” (Calderón) actúa con arreglo a intereses que no son los de México y que ello es causal de preocupación e incluso descontento en grado varioopinto entre “muchos militantes y adherentes” del Partido (de) Acción Nacional.

III

Otro: que el gobierno que preside el señor Calderón –considerado espurio por millones de mexicanos-- y las vertientes cupulares “más importantes” del Partido Revolucionario Institucional coincinden en objetivos estratégicos; sólo difieren en lo táctico para alcanzar esas metas.

Uno más: que las discrepancias políticas –no las filosófico-ideológicas-- entre el PRI y el PAN son de carácter mediático: evitar que la ciudadanía perciba coincidencias. (“No olvides que el facilitador del proyecto de nación del PAN es desde 1988 el PRI”, señala un panista amigo.

Y otro más: que los adversarios comunes al PAN y el PRI son las corrientes político-social-intelectual de izquierda –no necesariamente el PRD, Convergencia y el PT--, conformadas por los intereses que representan Andrés Manuel López Obrador, ciertos sindicatos de trabajadores, etc.

Y uno más: que esos intereses representados por don AMLO y algunos sindicatos son “insoslayablemente sociales” y que recogen “sin duda” el sentir y el parecer y las preocupaciones de muchos mexicanos, “pero no los de las mayorías”; éstas, afirman, “son priístas-panistas”.

Adviértese obvio que para los panistas (y por inferencia válida los priístas) el grueso mayoritario de los mexicanos “tiene sensibilidad de derecha” (en las palabras de un subsecretario de despacho) y/o es conservador. “Queremos conservar lo que tenemos”, afirma,.

Pero ese aserto es telón de fondo macabro. ¿Conservar qué? ¿El país? ¿Nuestras libertades y derechos? ¿Nuestras riquezas patrimoniales e incluso nuestros ingresos tan entecos y empleos? No tenemos nada qué conservar. Ya lo perdimos todo. La plusvalía que generamos no es nuestra.

Por supuesto, no todos los amigos y conocidos panistas de éste tlacuilo escribidor registran la realidad de la misma guisa, aun discernida al través de los prismas de las ideologías francamente fascistas del gobierno panista y su aliado legislativo priísta.

Lo que éste tlacuilo escribidor registra es que los personeros panistas y priístas del poder político del Estado, situados en un espectro muy diverso de jerarquías, se ríen en el fondo (y a veces en público, sin pudor ético) de la ciudadanía por la parca conciencia política de ésta.

Volvamos, en éste periplo, al punto de partida, el de la opresión. ¿Entienden, por ejemplo, el señor Calderón, César Nava, Beatriz Paredes, Francisco Rojas, Manlio Fabio Beltrones, Enrique Peña Nieto, Fidel Herrera, Agustín Carstens y Fernando Gómez Mont que vivimos oprimidos?

Por supuesto que sí. Pero a todos ellos les beneficia ese statu quo opresivo. Ninguno de los aquí citados se identificaría con las luchas históricas de los pueblos de México, pues son personeros del saltibanquismo gatopardista del poder político del Estado, beneficiarios del statu quo opresor.

ffponte@gmail.com

Glosario:

Epiqueya: interpretación sesgada de la ley para beneficiar a una parte interesada. También puede significar interpretación moderada de la ley.

Gatopardista: mimetismo. Se emblemartiza en la expresión popular de que en la noche todos los gatos son pardos. Término elaborado por Giuseppe Tomasi di Lampedusa en su novela El Gatopardo. La ciencia política la identifica como la práctica de “cambiar algo para que nadie cambie”, divisa filosófica, por cierto, del sexenio de Carlos Salinas, considerado un matón y traidor a la patria por no pocos de sus connacionales.

Saltimbanquismo: de saltimbanqui. Oportunista. Personaje que realiza saltos y ejercicios acrobáticos para quedar siempre bien colocado.

Lecturas recomendadas:

Las trasnacionales y los trabajadores, de Angelina Gutiérrez Arriola. Editorial Nuestro Tiempo.

Los orígenes del atraso, de John H. Coatsworth. Alianza Editorial Mexicana.

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