martes, octubre 27, 2009

El grito de libertad de 1945

Barómetro Internacional

Argentina - Siete días que cambiaron la Historia del Siglo XX

Carlos A. Pereyra Mele

11 de octubre de 1945- Una oportunidad perdida

Llega a Buenos Aires, Amadeo Sabattini, caudillo de la Intransigencia Nacional del Radicalismo, que viene a entrevistarse con el Gral. Avalos. Arturo Jauretche intenta convencerlo de que asuma el gobierno: Yo sé que Avalos le entregaría el gobierno. Si se lo ofrece, tómelo. Y llévelo a Perón con usted. Sáquelo a flote. Y aún, si el Ejército quiere enterrarlo, hágale un entierro de seis caballos.

Pero no se ponga en contra de este hombre que representa un nuevo espíritu. Sabattini aprueba la propuesta, en principio, pero luego conversa con dos miembros del Comité Nacional y le contesta a Jauretche: -El Comité Nacional ha resuelto que se debe entregar el poder a la Corte y... yo acato esa resolución. Jauretche le responde: -Sepa, Dr. Sabattini, que la oportunidad ha pasado al lado suyo y usted no la agarró por la única trenza que tiene. Ya no hay otra alternativa para el país que Perón o la oligarquía. Nosotros, nos vamos con Perón. No le extrañe que el pueblo haga lo mismo...

12 de octubre - La detención

Los opositores al gobierno militar -y en especial, a Perón- movilizan sus fuerzas. Se concentran grupos civiles frente al Círculo Militar. A cada momento afluye más gente, que se asienta en Plaza San Martín, desde donde surgen gritos de desaprobación: ¡Militares no! ¡El gobierno a la Corte! ¡Militares al cuartel!...”.

Esa misma tarde, Farrell decide la detención de Perón argumentando que se tata de una medida de seguridad, pues su vida corre peligro. Esa noche, la Policía dispersa a los manifestantes de Plaza San Martín, produciéndose graves enfrentamientos y la muerte de un médico, militante de los grupos opositores al gobierno.

13 de octubre - “El Peronismo”

A la una de la madrugada, en el Tigre, Mittelbach le comunica a Perón que tiene orden de trasladarlo a un buque de guerra. Perón se niega a acompañarlo, argumentando que no quiere ser sacado de su jurisdicción y solicita que se comuniquen con Farrell. Alrededor de las dos y media del sábado 13, el subjefe de Policía -mayor D’Andrea- traslada a Perón, en carácter de detenido, a la cañonera “Independencia”, para tomar rumbo hacia la isla Martín García. Mercante los acompaña y recuerda la despedida: Perón susurró unas palabras recomendándome a Eva y luego, suelto y natural, subió a la pasarela. Me quedé mirándolo desde abajo. De pronto advertí que el marinerito que montaba guardia a mi lado, estaba llorando. Por su rostro morocho corrían las lágrimas silenciosamente”.

Diario “Crítica” titula: Perón ya no constituye un peligro para el país.


14 de octubre - Traicionado y abandonado

“La Epoca” informa que el planteo de los dirigentes políticos de entregar “el gobierno a la Corte “ significaría la asunción, como presidente, del Dr. Roberto Repetto, “gran amigo de Robustiano Patrón Costas y de otros fuertes empresarios azucareros del Norte”.

Mientras, en Martín García, Perón escribe dos cartas. La primera, al Gral. Avalos, donde afirma: “Soy todavía un oficial superior del Ejército en actividad y desconozco el delito de que se me acusa... por lo cual solicito quiera servirse ordenar se realicen las diligencias del caso para esclarecer los hechos y de acuerdo a la ley, disponer en consecuencia mi procesamiento o proceder a resolver mi retorno a jurisdicción y libertad, si corresponde”. La segunda es una nueva carta a Eva, caracterizada por las expresiones cariñosas hacia su compañera. En lo que atañe al aspecto político, afirma: “... Hoy he escrito a Farrell pidiéndole que me acelere el retiro, en cuanto salgo nos casamos y nos iremos a cualquier parte a vivir tranquilos... ¿Qué me decís de Farrell y de Avalos? Dos sinvergüenzas con el amigo. Con lo que yo he hecho estoy justificado ante la historia y sé que el tiempo me dará la razón. Empezaré a escribir un libro sobre esto y lo publicaré cuanto antes, veremos entonces quién tiene razón...”.

A media tarde de ese día 14, llega a Martín García el capitán-médico Miguel Angel Mazza, quien desde hace años atiende la salud de Perón. Conversan extensamente y convienen en plantear -tomando por base unas radiografías de años atrás- que el clima húmedo de la isla daña seriamente su salud, reclamándole a Farrell que disponga su traslado a la Capital.

15 de octubre – No estaba tan solo

El Dr. Mazza entrevista al presidente Farrell y le entrega su informe acerca del deterioro de la salud de Perón, “lo cual obliga imprescindible e impostergablemente a un examen clínico y de laboratorio en un ambiente hospitalario. El traslado de Perón provoca diversas reuniones y tarda en definirse. Por su parte, la Embajada norteamericana celebra la detención de Perón. Pero la diplomacia norteamericana se equivoca. “El 15 de octubre se declara la huelga revolucionaria por tiempo indeterminado en todos los ingenios”, recuerda Luis René Villacorta, dirigente de la FOTIA. Los trabajadores tucumanos del azúcar exigen, además, la reunión del Comité Central Confederal de la CGT. Asimismo, en Berisso, al impulso combativo de Cipriano Reyes, los trabajadores de la carne comienzan a movilizarse y al atardecer recorren las calles de esa localidad a los gritos de ¡Viva Perón y la Secretaría de Trabajo!”.

En la noche del 16, “la Policía disuelve una manifestación que daba vivas al coronel Perón en Florida y Corrientes, pleno centro porteño”. En el Chaco se anuncia paro general... En Avellaneda y Rosario se producen manifestaciones con participación de miles de trabajadores... Paran los obreros ferroviarios de Junín... Huelga en el frigorífico Wilson, de Puente Alsina.


16 de octubre - Se levanta el país

La CGT visita a Farrell, preocupados por la salud del coronel Perón, así como que algunos gremios, en forma parcial, han salido a la calle reclamando por su libertad. El Gral. Avalos intenta tranquilizarlos manifestándoles que Perón se halla “protegido” por el gobierno y al mismo tiempo, emite un comunicado en el que hacer saber a la población que el coronel Perón no se encuentra detenido. Perón, desde su cautiverio, le envía un mensaje a Avalos: “Comunico al señor Ministro que mientras la radio anuncia que no estoy detenido, hace cuatro días que me encuentro detenido e incomunicado y con dos centinelas de vista en la prisión de esta isla.

“La Época” expresa el cambio de situación que se está produciendo: “Desde La Quiaca hasta Tierra del Fuego y desde el Atlántico a los Andes, se pide, se clama y se exige la libertad del coronel Perón”. Farrell decide que los doctores Nicolás Romano y José Tobías, acompañados del capitán de Corbeta, Andrés Tropea, y el comisario Rodríguez, viajen a Martín García para establecer el verdadero estado de salud de Perón y decidir acerca de si corresponde o no su traslado a un hospital de Buenos Aires.

Al llegar la comitiva a Martín García, Perón se niega a ser revisado pues él tiene su médico y ya ha informado al respecto. El capitán Tropea vacila, pero finalmente se comunica con sus superiores. Se produce una situación confusa. Perón afirma que “por orden expresa del presidente, en contra de la decisión del ministro de Marina” se decidió el traslado. Hacia la medianoche, se realizan los preparativos para conducir al coronel al Hospital Militar. A esa hora ya se conoce la decisión de la Central Obrera: por 16 votos contra 11, “ la CGT, en defensa de las conquistas obtenidas y las por obtener y considerando que éstas se hallan en peligro ante la toma del poder por las fuerzas del capital y la oligarquía, declara un paro general en todo el país por el término de 24 horas, que se hará efectivo el día jueves 18 de octubre, a partir de la cero hora”.

17 de octubre de 1945 – La hora de la lealtad

A las 6 horas, Juan Perón ingresa al Hospital Militar. A las 7, en Brasil y Paseo Colón, la Policía dispersa alrededor de mil personas que se dirigían hacia la Casa de Gobierno. A las 8.30 es disuelta una manifestación en Independencia y Paseo Colón. A las 9, por Alsina, hacia el oeste, va una columna estimada en 4.000 trabajadores. A las 9.30 es dispersada una concentración reunida frente al Puente Pueyrredón de alrededor de 10.000 personas. A mitad de mañana, grupos de trabajadores reclaman frente al Hospital Militar, exigiendo ver a Perón. Las radios informan que se está generalizando la huelga, no obstante que la CGT declaró el paro para el día 18. Al mediodía, la Policía vuelve a dispersar a grupos de manifestantes que se habían concentrado en Plaza de Mayo.

Después del mediodía, la Policía modifica su actitud frente a los manifestantes. “La crisis del poder liberó los sentimientos de los agentes de la tropa -afirma Perelman- muchos de ellos provincianos y con bajos sueldos... Los vigilantes se declararon peronistas”. Esto es verdad, pero también es cierto que un amigo de Perón, el coronel Filomeno Velazco, controla ya la planta baja del Departamento de Policía y da órdenes a los agentes.

A las 15.30, un grupo de sindicalistas mantiene una reunión con Perón en el Hospital Militar. En las primeras horas de la tarde, varias columnas confluyen, en Avellaneda, ante el puente. “Era una muchedumbre de 50.000 personas -sostiene Cipriano Reyes-... Minutos después, las pasarelas del puente comenzaron a bajar y la muchedumbre se lanzó para pasar al otro lado”.

Un periodista afirma que a las 13 horas “el Ministerio de Marina rechaza un ofrecimiento de dirigentes comunistas para que obreros armados, de esa tendencia, enfrenten a los trabajadores peronistas.

Han pasado ya las 16 horas cuando, ante el crecimiento de la concentración popular, el presidente Farrell envía a algunas personas de su confianza para conversar con Perón y encontrar una salida a la crisis. Así, el brigadier Bartolomé de la Colina y el Gral. Pistarini conversan con Armando Antille, radical yrigoyenista que viene colaborando en las tareas de acercamiento. En un piso alto del Hospital Militar, el coronel, en pijama, recibe información de lo que ocurre y espera el desarrollo de los acontecimientos. “Estábamos allí -recuerda Franklin Lucero- sus amigos de las buenas y malas horas...”. “Las llamadas desde la Casa de Gobierno se sucedían. Farrell quería calmar a la muchedumbre. Mientras, en la Plaza de Mayo, el Gral. Avalos intenta infructuosamente dirigirse a los trabajadores. La respuesta de la plaza es contundente: “Queremos a Perón”.

Poco después, se conviene que el Gral. Avalos se traslade al Hospital Militar. De esta conversación surge la conveniencia de una reunión Farrell-Perón. Mientras tanto, en la Casa Rosada, Vernengo Lima (ministro de marina) presiona a Farrell para disolver la concentración apelando a la fuerza militar: “Usted está cometiendo un grave error. Esto hay que disolverlo a balazos y va a ser difícil, hay mucha gente”. El presidente se niega a recurrir a la represión.

Desde el Hospital Militar, Perón se aviene a conversar con Farrell pero, pone condiciones: “Primero, que Vernengo Lima se mande a mudar; segundo, que la Jefatura de Policía la ocupe Velazco; tercero, que lo busquen a Pantín y lo pongan al frente de las fuerzas de mar y que Lucero se haga cargo del Ministerio de Guerra. Además, hay que traer inmediatamente a Urdapilleta, que está en Salta, para que se haga cargo del Ministerio del Interior. Esas son mis condiciones”.

Rato después, Farrell y Perón conversan en la residencia presidencial. “Me dijo Farrell:- Bueno, Perón, ¿qué pasa? Yo le contesté: Mi General, lo que hay que hacer es llamar a elecciones de una vez. ¿Qué están esperando? Convocar a elecciones y que las fuerzas políticas se lancen a la lucha... -Esto está listo, me contestó y no va a haber problemas. -Bueno, le dije:- Entonces, me voy a mi casa. -No, déjese de joder, me dijo y me agarró de la mano: Esa gente está exacerbada, nos van a quemar la Casa de Gobierno!...

A las 23 horas, Farrell y Perón ingresan a la Casa Rosada. -Venga, hable, me dijo Farrell, recuerda Perón. Minutos después, el coronel ingresa al balcón y se abre ante su mirada un espectáculo majestuoso mientras una ovación atronadora saluda su presencia. En la noche de Buenos Aires, una inmensa muchedumbre, que algunos estiman en trescientos mil, otros en quinientos mil y el diario “La Época” en un millón de personas, vibra coreando su nombre: ¡Perón! Perón. Los diarios encendidos a manera de antorchas resplandecen sobre la negrura nocturna celebrando la victoria popular. Alguien alcanza una bandera hasta el balcón: es una bandera argentina que lleva atada una camisa. El coronel la toma y la hace flamear de un lado a otro, ante la algarabía popular. ¡Ar-gen-ti-na! ¡Ar-gen-ti-na!. Farrell y Perón se abrazan, produciendo un nuevo estallido de júbilo popular. El presidente intenta vanamente dirigirse a los manifestantes, pero el impresionante griterío no se lo permite. Finalmente, pronuncia unas pocas palabras para comunicar que el gobierno no será entregado a la Corte Suprema, que ha renunciado todo el Gabinete, que el coronel Mercante será designado secretario de Trabajo y Previsión y que “otra vez está junto a ustedes el hombre que por su dedicación y empeño ha sabido ganar el corazón de todos: el Coronel Perón”.

El coronel, profundamente conmovido, se acerca al micrófono. “¡Imagínese -recordará años después- ni sabía lo que iba a decir... Tuve que pedir que cantaran el Himno para poder armar un poco las ideas”. Concluido el Himno Nacional, el coronel se dirige a la multitud:

“Trabajadores. Hace casi dos años, desde estos mismos balcones, dije que tenía tres honras en mi vida: ¡la de ser soldado, la de ser un patriota y la de ser el primer trabajador argentino! Una larga ovación interrumpe el discurso. El coronel comunica al pueblo que ha sido firmada su solicitud de retiro y que esa renuncia a su carrera militar la ha dispuesto “para ponerme al servicio integral del auténtico pueblo argentino... Muchas veces me dijeron que ese pueblo por el que yo sacrificaba mis horas de día y de noche, habría de traicionarme. Que sepan hoy los indignos farsantes que este pueblo no engaña a quien no lo traiciona. Por eso, quiero, en esta oportunidad, como simple ciudadano, mezclado en esta masa sudorosa, estrechar profundamente a todos contra mi corazón, como lo podría hacer con mi madre...”. Su discurso resulta interrumpido, varias veces, por la pregunta que inquieta al pueblo: ¿dónde estuvo? Pero él prefiere no contestar y finalmente le pide al pueblo: “No me pregunten ni me recuerden cuestiones que yo ya he olvidado. No quiero empañar este acto con ningún mal recuerdo”. Luego afirma: “...Ha llegado el momento del consejo. Trabajadores: únanse, sean hoy más hermanos que nunca ... Y les pido que realicen el día de paro festejando la gloria de esta reunión de hombres de bien y de trabajo, que son la esperanza más pura y más cara de la Patria”. Desde el gentío, surge la ocurrencia: ¡Mañana es San Perón! ¡Mañana es San Perón! Finalmente, el coronel afirma: “...Al abandonar esta magnífica asamblea, háganlo con mucho cuidado... Tengan presente, que necesito un descanso que me tomaré en Chubut para reponer fuerzas y volver a luchar, codo a codo con ustedes, hasta quedar exhausto, si es preciso... Y ahora, para compensar los días de sufrimiento que he vivido, quiero pedirles que se queden en esta plaza, quince minutos más, para llevar en mi retina el espectáculo grandioso que ofrece el pueblo desde aquí”.

Rato después, la imponente concentración se dispersa lentamente. Los trabajadores fabriles han irrumpido tumultuosamente en la historia argentina y han liberado al coronel, quebrando el poder de la oligarquía.

En el interior del país, importantes concentraciones de trabajadores -especialmente en Rosario, Tucumán, Córdoba y Mendoza- se dispersan en orden con la alegría del triunfo. Así ocurre también en Buenos Aires, pero el odio riega de sangre las primeras horas del día 18: una manifestación peronista es tiroteada desde adentro del diario “Crítica”, provocando la muerte de Darwin Passaponti y Francisco Ramos.

Un nuevo ciclo histórico se inicia en la Argentina

Wiston Churchil, ex primer ministro de Inglaterra dijo: "La caída de Perón es la mejor noticia que he recibido después de nuestro triunfo en la guerra mundial.”

La jefa de la diplomacia norteamericana, Condoleezza Rice, en noviembre de 2005 en el Senado de Estados Unidos comparó al presidente venezolano Hugo Chávez con Perón y advirtió: “Para que el sur del continente pueda ser asimilado, debe alejarse de Perón.”
1945 fue nuestra “insubordinación fundante”

licpereyramele@gmail.com

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