miércoles, diciembre 02, 2009

Columna Asimetrías. Empezar la Reconstrucción





02 diciembre 2009

“El liderazgo de la pobreza … es un alto riesgo social”.

Genaro Góngora.

I

Millones de mexicanos, situados todavía en la vorágine de su apabullante --por espectacular— y obvia despolitización, se preguntan unos a otros y a veces a sí mismos si hoy están mejor que antes, digamos uno, cinco, diez, 20, ó 30 años.

La respuesta, si negativa, es un abreojos para no pocos, pues equivale a vivir una experiencia trascendente que suele conturbar y hasta angustiar precisamente por su claridad y su potencial en el proceso secuencial de despertar una conciencia insensibilizada, si no es que dormida.

Así, los mexicanos nos enteramos conscientemente –es decir, por intempestiva intromisión de la realidad en el centro vero de nuestra psique-- de que no estamos mejor en la escala comparativa, sino lo antipodal, lo opuesto: estamos peor. El parangón de súbito nos sitúa en otro estadio.

Ese estadio es aun más ominoso y preocupante, causal de una “angst” social que se posesiona de nosotros y nos estruja. Bienvenidos, pues, al país de la opresión y otras formas sofisticadas, laberínticas, perversas indudablemente, de esclavitud individual y societal. Esa es la constante.

Y las tendencias –nos lo dicen los parangones mismos— es a empeorar. Los viejos almirantes chinos del siglo XV solían decir que antes de que una tormenta mejore tiene que empeorar. Estamos, pues, peor que antes, y seguiremos empeorando. Inexorablemente.

II

¿Inexorablemente? Ello depende. ¿De qué? ¿O de quién? De nosotros mismos, de nuestra propia decisión colectiva de poner un alto al proceso de empeoramiento y revertir éste a sus niveles de antes o mejores. ¿Qué nos detiene? No lo sabemos. Y ese es nuestra tragedia.

Ello lo saben los hombres y las mujeres del poder político del Estado mexicano y del poder real, el económico, el del dinero, en éste país de nuestros desvelos, temores y preocupaciones. El poder lo sabe, sin duda, a ciencia cierta, pues realiza sondeos o encuestas.

Esos sondeos son, en realidad, no únicamente para saber qué sentimos y pensamos, sino para enterarse de lo que querríamos y podríamos hacer para deshacernos de quienes nos han llevado por las razones que fueren a nuestra triste situación asaz empeorada.

Sin embargo, los personeros del poder político del Estado –la llamada, inapropiadamente, clase política, que es un concepto creado por los intelectuales orgánicos del fascismo mussoliniano-- no sondean ni calan las aguas de otra realidad, la de un México destruido, material y espiritualmente

Esa destrucción tiene por origen la descomposición del poder político del Estado que, iniciada desde el alemanismo (1946-52) accedió a una fase de intensificación del díazordacismo (1964-70) y echeverrísmo (1970-76) y adquirió la virulencia actual en los últimos cinco sexenios, desde 1982.

III

La destrucción material y espiritual de México prosigue, tal vez con mayor celeridad en los últimos nueve años y, dramáticamente, en los recientes tres. Esa destrucción creciente tendría un equivalente moral en lo destruido por una guerra. Físicamente mueren miles.

Pero en lo socioespiritual y sociocultural millones de vidas se desperdician , que es como si se perdieren materialmente. La pérdida se acentúa, multiplicadamente, si se toma en cuenta la existencia objetiva de un elemento constitutivo adicional: la despolitización del mexicano.

Esa despolitización es la consecuencia del uso habilidoso, churrigueresco si se quiere, de los medios de control social, entre los que inclúyense la filosofía y la praxis del sistema educativo. El correlato dialéctico descomposición del poder político-destrucción del país es asaz evidente.

Volvamos a la pregunta: ¿Estamos hoy mejor que ayer? Si miramos en nuestro entorno, la respuesta negativa nos induce a registrar otra realidad yuxtapuesta: la destrucción del país. Y por razonamiento simple sabríamos que es urgente detener esa destrucción y empezar a reconstruir.

El imperativo de la urgencia es insoslayable. El primer ladrillo de la reconstrucción debe ser colocado sobre el sitio en el que los destructores –el poder político-- se hallan plantados, por lo que es necesario, imposponible pues, quitarlos, hacerlos a un lado. Crear un nuevo poder político.

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