viernes, febrero 05, 2010

Columna Asimetrías (5,897). La Constitución

Por Fausto Fernández Ponte


05 febrero 2010

“¡Al diablo con sus instituciones!”.

Andrés Manuel López Obrador.

I

A propósito del anivesario nonagésimo tercero de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, no serían pocos los connacionales que piensan que aquella es conculcada y violada por el poder político del Estado.

Esa conculcación y violación es expresión de una cultura del poder que utiliza el Texto Fundamental sólo como un enser de simulación de un estado de derecho que exprésase a todas luces incongruente. Las instituciones son ignoradas, si no burladas adrede.

Hágase la salvedad de que la Constitución vigente no es la misma que se promulgó en 1917. La Carta Magna mexicana ha sufrido, desde entonces, casi 700 modificaciones, la mayoría de ellas inspiradas en móviles políticos facciosos y ajenos al interés social.

Carlos Salinas, por citar un caso emblemático, promovió y logró durante su presidencialado tantas modificaciones que destruyó el espíritu y, ni se diga, la letra de la Constitución, para adecuarla al proyecto político propio de Estados Unidos.

Ese proyecto político, sábese bien entre los mexicanos nacionalistas de vanguardia, tiene su epítome en el llamado Consenso de Washington, por el cual el imperialismo geoeconómico y político de EU se anexó, de hecho, a México. Provincia de EU.

II

Esa anexión de hecho –que no de derecho— es un sucedido factual y, por tanto, conforma un verismo insoslayable aun para aquellos que, por inconsciencia acerca de la realidad, no han registrarlo ni discernido objetivamente ésa aplastante realidad.

Y es que bajo cualesquier definiciones, México es un protectorado estadunidense, gobernado –en el caso, cabría decir desgobernado— por autoridades propias elegidas mediante esquemas de simulación y manipulación de los medios de control social.

Así asumió el señor Salinas el poder: la “caída” del sistema de cómputo de votos obedeció a esos imperativos, por lo cual las ciencias políticas identifican dicha asunción como un golpe de Estado técnico. Se insertó en la historia como un golpista.

Y así asumió Felipe Calderón la investidura presidencial espuria. El dictamen del Tribunal Electoral que lo ungió se inspiró no en la primacía constitucional, sino en la de códigos secundarios, desestimando evidencias claras de irregularidades premeditadas.

Es más, el Tribunal formuló y emitió en ese dictamen juicios de valor extraños a la lógica y el sentido común, usurpando incluso potestades de legislador al resolver que contar voto por voto y anular la elección “perjudicaría” al pueblo.

III

Del Consenso de Washington, abrazado en 1989 con entusiasmo digno de mejor causa por el tristemente célebre señor Salinas como Presidente de la República, devino el instrumento axial mayor de dominación del imperialismo estadunidense: el TLCAN.

Así fue. La historia consigna que el Tratado de Libre Comercio de la América del Norte fue negociado por el señor Salinas y vigente desde 1994 tras violar flagrantemente 36 artículos de la Constitución. Don Carlos hizo modificar ésta.

El articulado constitucional impedía, antes de su modificación por el señor Salinas, al Estado mexicano adherirse a tratados bilaterales o trilaterales e incluso multilaterales para pignorar la soberanía nacional a intereses privados, trasnacionales, de otros Estados, en el caso el estadunidense.

Y aunque la Carta Magna, antes de las modificaciones del salinismo, no establecía una forma de organización económica tajantemente social, sí creaba instituciones orientadas a satisfacer necesidades societales en el contexto del capitalismo. Ha sido modificado.

¿Consecuencia? La Constitución es letra muerta como norma prescriptiva primordial. En la práctica ha sido despojado de su primacía aun para el poder político del Estado y aun para quienes imparten justicia, inspirados en códigos secundarios.

ffponte@gmail.com

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