jueves, febrero 04, 2010

Columna Asimetrías. Realismo Mexicano

04 febrero 2010
ffponte@gmail.com


“El impacto de la crisis fue modesto; habrán estabilidad y empleo”.

Agustín Carstens, “Doctor Catarrito”.

I

El realismo mágico, como bien sabríalo el leyente informado, es una corriente de arte que distingue a la literatura de Nuestra América –la indo, afro e hispana-- , algunos de cuyos oficiantes emblemáticos principales son las novelas de Gabriel García Márquez y Juan Rulfo, entre otros.

Empero, antes que ellos, oficiante mayor de ésta corriente literaria –que no es un género ni un estilo, aclárese— fue Rómulo Gallegos. Algunos estudiosos atribuyen a éste escritor venezolano, autor de “Doña Bárbara”, la paternidad de la corriente.

Pero otros oficiantes son Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Arturo Uslar Pietri, José de la Cuadra, Pablo Palacio e incluso, en cierta medida, Laura Esquivel y hasta Alejo Carpentier, quienes conforman corrientes similares e incluso entreveradas y traslapadas.

En el arte –sobre todo el de la plástica— y en la literatura el concepto de realismo mágico fue acuñado por el crítico alemán Franz Roh al describir una pintura que registraba una realidad alterada, práctica en la que incurren muchos otros pintores.

II

El realismo mágico altera la realidad recreándola, para darle desenlace a su dialéctica con arreglo a la voluntad y el deseo del escritor. Un autor registra una realidad dada, la describe y luego altera sus causales, sus vectores y dialéctica y la resuelve encauzándola según motivos.

En ello dos vectores importantes representan un papel decisorio: la tecnología y la superstición. A diferencia de las corrientes nihilistas, el realismo mágico se resuelve en función de lo que los personajes registran la realidad como quieren –o anhelan—que sea, no como es.

¿Es así la política en México y, diríase, en casi todo el mundo? Sí. Pero en México ello se lleva a extremos. El poder político registra una realidad como quiere que ésta sea y actúa en consecuencia. De allí el aserto del señor Carstens, tan ajeno a la realidad.

Pero alterar la realidad ficcional –válgase la contradicción— de un cuento o una novela, que son obras de imaginación aunque sus basamentos sean los verismos cotidianos y sus tramas sean un desarrollo supuesto de conductas y situaciones, es parte de la idiosincrasia del poder.

III

Y específicamente, la idiosincrasia del poder político del Estado mexicano, cuyos personeros –panistas, priístas, perredistas, etc.-- expresan sus pensamientos con palabras utilizadas en por lo menos dos planos de conjugaciones verbales propias del realismo mágico.

En México ello es inequívocamente cierto, como lo confirma el aserto del señor Carstens, gobernador del Banco de México, quien habló en Madrid acerca de la economía mexicana, la cual describió con adjetivos e hipérbole rayana en la franca mentira.

Don Agustín usó tiempos verbales del pasado y el futuro, pero, no sin intención obvia, evitó conjugar en tiempo presente: “El impacto de la crisis fue modesto”. Mediante ese estilo verbal, da a entender que la crisis ya es cosa del pasado y que sus consecuencias fueron modestas.

“Habrán estabilidad y empleo”. Habla, pues, éste individuo en futuro, como si fuere un pitoniso. Al afirmar que el impacto de la crisis “fue modesto”, ignora dos hechos objetivos: uno, que la crisis no “fue”, sino que “es”. Y otro, que si el desempleo es “efecto modesto”, ese señor está demente.


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