miércoles, febrero 03, 2010

La jugada del Caribe

La nueva ofensiva imperialista en América Latina

Rebelión
Ana Esther Ceceña, Humberto Miranda, David Barrios, Rodrigo Yedra

Ay! Haití la negra, llorando está. Pablo Milanés

El 12 de enero de 2010 fue un día de mucha incertidumbre, pero también de muchas confirmaciones. Puerto Príncipe, lo más cercano a un centro urbano moderno en el país más pobre del hemisferio occidental, amaneció con un terremoto de 7 grados de intensidad que dejó al pueblo, al Presidente y al propio Dios sin casa, al derrumbarse incluso el Palacio Presidencial y la Catedral.

Ese pequeño pedazo de La Española, pionero en la sublevación independentista, se debate hoy entre una catástrofe económica que lo ha sumido en la pobreza y le ha cancelado la autosuficiencia alimentaria1, una catástrofe natural comparable a un bombardeo nuclear aunque sin efectos radioactivos, y una nueva ocupación que refuerza su condición de colonia.

La inmediata respuesta solidaria de la comunidad mundial enviando alimentos, medicinas y cobijas, se combinó con la presencia de médicos cubanos que desde hace 11 años trabajan apoyando al pueblo de Haití y que en estos momentos jugaron un papel central en la atención a las víctimas. Las difíciles condiciones del país, no obstante, no facilitaron la distribución rápida de la ayuda humanitaria, y los medios de comunicación, en cierta medida lidereados por la CNN, fueron colocando como sentido común la idea de una situación de creciente caos e ingobernabilidad, que justificaba la presencia militar no sólo de los integrantes de la MINUSTAH2, sobre terreno desde 2004, sino de nuevos contingentes de ¡tropas de asalto!

Si bien al inicio se había autorizado a la MINUSTAH colocar hasta 6.700 efectivos militares en Haití, ese tope fue incrementándose hasta alcanzar el 30 de noviembre de 2009 una cifra de 9.065 efectivos uniformados, incluidos 7.031 soldados3 y 2.034 policías4, apoyados por 488 funcionarios internacionales, 1.212 funcionarios nacionales y 214 voluntarios de la ONU. Esta Misión, con un presupuesto anual promedio de 600 millones de dólares, ha sido denunciada por la organización inglesa Save the Children (No one to turn on to, 2008) por las sistemáticas violaciones sexuales, maltrato o incitación a la prostitución de niñas y niños haitianos, además de ser denunciada por organizaciones de derechos humanos y misiones de observación de la sociedad civil por los atropellos que con toda impunidad se cometen en nombre del restablecimiento de la paz.

Fuerza supuestamente de paz compuesta por uniformados de muchos países, notoriamente latinoamericanos, la MINUSTAH ha sido repudiada desde un inicio por la población haitiana por tratarse de una imposición que conculca las facultades de autodeterminación y el ejercicio de una democracia plena en Haití, además de estar autorizada para reprimir a los haitianos hasta en caso de sospecha.5

Hoy, en una jugada muy audaz, es directamente el Comando Conjunto de Estados Unidos, a través del Comando Sur, quien se erige como autoridad suprema controlando movimientos aéreos, marinos y terrestres. La MINUSTAH y sus efectivos quedan bajo las órdenes de las divisiones del Comando Sur en virtud de la atención al desastre.

Nadie objeta estos movimientos del ajedrez del poder hegemónico que en muy pocas horas transformaron la geopolítica continental. La comunidad internacional parece haberse hecho cargo de Haití como si fuera un desierto sin capacidad de organización propia desde 2004, y mucho más ahora después del terremoto. La comunidad internacional parece aceptar que las disposiciones de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos son universales y que las tropas son necesarias para apaciguar a ese pueblo indómito.

Descartando la hipótesis de que el propio Estados Unidos haya provocado el terremoto,6 lo cierto es que unas horas después del desastre ya estaba en suelo haitiano la dramáticamente célebre 82 División Aerotransportada del ejército de Estados Unidos, responsable de las invasiones a Dominicana (1965), Granada (1983) y Panamá (1989), y, para el 26 de enero, el número de soldados que e movió hacia Haití, sumando los que hay en tierra y mar, asciende a 12,500.7 Nadie sabe a ciencia cierta qué función puedan estar cumpliendo los integrantes de una brigada netamente ofensiva, equipada con armamento sofisticado que incluye misiles, y con capacidad de neutralización y aniquilamiento de fuerzas vivas y la toma de territorios en muy breve plazo. Es decir, una fuerza de asalto de respuesta rápida. Habría sólo que recordar que en Granada y Panamá se trataba de operativos de invasión y ahora de uno, en principio, humanitario.

Dadas las circunstancias podría en verdad hablarse de una invasión limpia, al no necesitar despliegue de fuerza aérea y artillería para el bombardeo previo. El terremoto hizo el trabajo sucio, sin bajas para el invasor.

No hay mejor teatro de operaciones.

Estados Unidos desplegó eficientemente todo un operativo de guerra y se ha ocupado mucho más de controlar que de apoyar. Se hizo cargo de las comunicaciones controlando no sólo el aeropuerto sino todos los movimientos en las costas, al punto que el Vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, sostiene que Estados Unidos “…está aprovechando una desgracia terrible de un pueblo hermano para asentar presencia militar permanente, en una estrategia de militarización, de control en el continente”8, y el presidente Evo Morales está llamando a una reunión de las Naciones Unidas para detener la escalada. Pero ni la ONU está en condiciones de interpelar las decisiones interventoras de Estados Unidos, ni los halcones están en disposición de soltar la presa. El imperio ha tomado muy en serio la pérdida estratégica que han significado los procesos revolucionarios recientes en Latinoamérica.

Además del buque hospital USNS Comfort, con cerca de mil elementos de personal médico que curiosamente atienden sólo alrededor de 100 pacientes diarios, se colocó en las costas de Haití, que por la cercanía (74 km.) son también las costas de Cuba, un portaviones nuclear (USS Carl Vinson) y dos buques de asalto anfibio (USS Bataan, USS Nassau). Todas estas naves, en realidad, son bases militares itinerantes que complementan las posiciones en tierra y que otorgan una mayor versatilidad y flexibilidad a las redes de control militarizado.

De acuerdo con información oficial, se han creado oportunamente dos nuevas Fuerzas de Tarea:

El Comando Sur de Estados Unidos ha establecido la Fuerza de Tarea Conjunta- Haití (JTF-H) para observar los esfuerzos de ayuda de los militares de Estados Unidos en Haití y ha nombrado al Teniente General del Ejército de Estados Unidos Ken Keen9 como su comandante. Más de 20,000 militares norteamericanos, 23 navíos y más de 120 aviones están apoyando las operaciones para proveer ayuda y cuidado a más de tres millones de haitianos afectados por el terremoto del 12 de enero.10

La otra Fuerza de Tarea, la 48, tiene sede ni más ni menos que en Cuba, en la base de Guantánamo, y por ahora se ocupa de coordinar “…los activos de tierra y aire para entregar oportunamente la ayuda humanitaria a Haití” según Patricia Wolfe, comandante de la Fuerza, quien recuerda que:

El suministro oportuno de esta ayuda es sólo posible por la estrecha proximidad de la Base Naval de la Bahía de Guantánamo (GTMO) con el área afectada. GTMO es obviamente una posición clave para atender los requerimientos estratégicos en esta región. (http://www.navy.mil/search/display.asp?story_id=50733)

De manera que si esto no es una ofensiva de guerra contra Haití tal vez sí lo sea para sus vecinos. Las nuevas posiciones ocupadas no sólo rodean el Caribe sino que cortan el paso entre Cuba y Venezuela y, mediante triangulaciones con las bases de la zona crean condiciones de aislamiento para cada una de las islas caribeñas.

Cuba, por lo pronto, queda cubierta por todos los flancos.

Con estas dos nuevas Fuerzas de Tarea a partir del desastre, una con sede en Haití y otra ubicada en Guantánamo, se puede pensar que estamos en el inicio de una reorganización completa de la estrategia militar en esta región o, por lo menos, de una reorganización operativa con miras más ambiciosas que en el pasado, y preparando condiciones de intervención inmediata en cualquier situación y lugar que así lo requiera, desde su perspectiva, en el área.

Con las viejas y nuevas bases en Colombia, las potenciales bases en Panamá, Palmerola, Guantánamo, Aruba y Curaçao, Estados Unidos tiene una situación de total control de movimientos en la región caribeña, o amazónico-caribeña. México queda cercado en el Golfo y sometido por la Inciativa Mérida, y en coordinación con Colombia como parte del corredor de contención que Estados Unidos ha ido propiciando para detener los procesos de transformación en el continente.

Buena jugada! Haití queda ocupado, Cuba rodeada, la IV flota ondeando sus banderas en todo el Caribe y Venezuela acosada.

Pero en el Caribe no hay guerra. El Caribe es una zona de paz… y catástrofes.

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