sábado, febrero 06, 2010

Nueva estrategia, viejo fracaso

Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes

Es incuestionable que luego de tres décadas de gobiernos neoliberales, la situación del país es alarmante. En todos los rubros los resultados son muy deficitarios, en detrimento de los niveles de vida de las clases mayoritarias, como lo demuestran datos oficiales de organismos nacionales y extranjeros. Uno realmente quisiera escribir de otras cosas, de algo menos dramático, pero es imposible si se tiene un asomo de conciencia y se piensa que los medios electrónicos a eso se dedican, a ocultar y deformar la verdad de lo que realmente está ocurriendo en el país. Baste referirse a un dato aterrador para demostrar cuán importante es que haya medios escritos que no le dan la vuelta a los hechos: en los tres años que lleva al frente del Ejecutivo Felipe Calderón, el número de ejecutados sobrepasó ya los 18 mil muertos.
Constatamos así que de nada ha servido el despliegue de tropas en zonas flageladas por la presencia del crimen organizado, pues la violencia se ha recrudecido a extremos inauditos, antes imposibles de imaginar. Lo más dramático del caso es que las generaciones nacidas después de los años setenta, sólo están acostumbradas a convivir en un país cargado de problemas, no conocieron el anterior a esa década, cuando México era todavía una nación con un gran futuro, a pesar de sus muchas contradicciones internas. No debe asombrar entonces que supongan que convivir con los agudos problemas imperantes es algo natural. Los jóvenes crecen con una gran insensibilidad que los hace aceptar la dramática realidad que vivimos como algo que es consustancial a nuestra perversa condición humana.
¿Cómo hacerles ver que no es así, que México vivió largos años de una firme estabilidad social donde la presencia del crimen organizado era un asunto propio de las películas de gángsteres? Desde luego no es nada fácil, menos cuando la propia política educativa ha favorecido la tergiversación de los valores éticos y cívicos, a extremos inauditos, como lo ejemplifica el que ahora se admire a quien llega a poseer bienes de manera inexplicable, cuando décadas atrás se le condenaba públicamente y era motivo del escarnio ciudadano. No es de asombrar entonces que vivamos una realidad muy lamentable que revela una descomposición del tejido social aterradora. ¿No es digno de una nación completamente incivilizada que se tiren cuerpos descuartizados a pocos metros de una escuela?
Lo que nos está sucediendo es consecuencia de un hecho fundamental: el Estado dejó de ser una entidad al servicio de la sociedad en su conjunto, para convertirse en un ente al servicio de los poderes fácticos: el duopolio televisivo, las cámaras empresariales más poderosas, los grupos financieros oligopólicos, principalmente, los cuales están absolutamente desligados de los problemas que afectan al país. De ahí que sea explicable que, después de tres años, hasta ahora se esté dando cuenta Calderón de que es indispensable recomponer el tejido social con acciones que permitan disminuir y prevenir el delito.
Sin embargo, vale pronosticar que no pasará absolutamente nada que pueda señalarse como una estrategia que podrá contribuir a recomponer el tejido social. Esto es así por un hecho contundente: se necesita un aparato estatal liderado por un estadista a la altura de las circunstancias, y tal aparato no existe desde hace más de tres décadas y al frente del Ejecutivo no está ese estadista, como lo demuestra el expediente gubernativo de Calderón. Todas sus acciones de políticas públicas lo colocan como un burócrata o un gerente general sólo atento a las órdenes del patrón, en este caso la oligarquía. Es por ello que los problemas del país se han agudizado con el paso del tiempo, en vez de subsanarse como era de esperarse.
La cuestión de fondo está en que hasta los países con economías muy liberales, como son los del Grupo de los Siete, cuentan con gobiernos que no pueden desentenderse de sus responsabilidades públicas, como aquí lo han hecho a partir del gobierno de Miguel de la Madrid. Por eso es justificable la duda que tienen diputados priístas con respecto a la “nueva estrategia” de Calderón contra el crimen organizado. Más bien, puntualizó César Augusto Santiago, “debe tomarse como amenaza de nuevas acciones que, como las anteriores, pueden concluir en otro tremendo fracaso”. Mientras no se quiera entender que gobernar no es regentear una sociedad anónima, sino arbitrar un juego en el que participan muchos equipos, unos muy fuertes y otros muy débiles, no será fácil enderezar el rumbo.

gmofavela@hotmail.com

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