domingo, marzo 07, 2010

Contratos de protección


Los Maciel y los Robertos Hernández son, porque los que ejercen el poder, hoy usurpándolo, se tornan en los cómplices, las más de las veces por dinero, de sus fechorías. Encubridores, de esos impresentables, empiezan por ser. Y con ese encubrimiento, es como un país, donde los gobernantes acaban por convertirse en sirvientes de esos delincuentes, que a fin de cuentas es lo que son, aunque sean de cuello blanco, pero con el culo aún más sucio que “Los Chapos”, acaba convirtiendo al sistema todo, impuesto desde el gobierno gringo y de suyo cuestionable, en podrido, de tal manera que la violencia pasa a ser la única certeza que le dejan al pueblo. La corrupción gubernamental es inaceptable porque llega el momento, como ya sucede hoy en México, donde no se sabe, bien a bien, quiénes forman parte de la delincuencia organizada y quiénes son solamente delincuentes a secas.
A propósito de la nueva andanza de Hernández queriendo convertir el convento de Maní, patrimonio nacional y cultural de los yucatecos, en un hotel, como otro de sus negocios, va otra anécdota del banco vendido sin pagar un peso de impuestos por ese neobanquero, que en una cárcel de alta seguridad estaría encerrado si aquí se persiguiera la delincuencia organizada, en lugar de estar, incluso los usurpadores, que por esa característica tendrían que buscar hacer méritos para medio legitimarse, al servicio de la misma.
Recibo una llamada de una mujer que empieza preguntando si soy María Teresa Jardí. Le digo que me diga quién habla y entonces me dice que si el número final de mi tarjeta es XY. Insisto en que se identifique y entonces me suelta que llama de Banamex pidiéndome que tome lápiz y papel “de inmediato” para apuntar los teléfonos a los que deberé comunicarme cada vez que me asalten a la salida de un cajero o luego de haber realizado una compra en un mall para robarme lo recién comprado. Pienso de inmediato en los contratos de protección. Le digo que no me interesa. Insiste en que lo pruebe los dos meses en que “generosamente me lo ofrecen de manera gratuita” porque también tengo derecho a un plomero y a un electricista. Mentalmente me pregunto si ¿habrá alguna diferencia entre los sicarios que cobran para golpear, no golpear o no matar, con estos ladrones que además buscan desplazar, por un módico pago mensual, al plomero de la esquina y al electricista de toda la vida?
Le explico que me gusta el trabajo del plomero conocido y le digo que es una forma de compartir lo que se tiene en una cadena solidaria cada vez que se llama al cercano que ofrece esos servicios, al que el banco, multimillonario y además ya ni siquiera mexicano, busca desplazar con ese contrato. No lo entiende. Entrenada para contestar siempre con otra pregunta: ¿es qué no le hemos servido bien?
¿Por qué desplazar al otro por una ganancia ridícula mensual, efectivamente, pero, que dado el monto de usuarios, se convierte en otra veta generadora de recursos para quien no los necesita?
Insiste en las bondades del servicio: si a media noche estalla un tanque de gas, el plomero de la esquina, seguramente no estará disponible. Como yo estaré muerta, tanto me da, ¿no le parece?
Insisto en que espero que no me carguen ese gasto, que, desde ya, le digo que no quiero. Vuelta a lo mismo. ¿Me han desatendido alguna vez? Pues verá, bueno sería que uno pudiera ir y hablar con una persona al banco en lugar de tener que marcar números en una máquina que jamás suplirá la mirada a los ojos del interlocutor y me asombra que no sea una máquina, le digo, mientras pienso, que igual como máquina funciona de tan obvias que son las respuestas, con las mismas preguntas, la que me informe sobre los contratos de protección que ofrece el Banco. No, para nada. Aunque tampoco sabe, bien a bien, de qué hablo. Es para servirle mejor. ¿No me diga? Mire usted, si a media noche se queda sin luz… ¿Ustedes van a resolver el problema creado por la compañía “que ya presta un servicio de clase mundial”, jodiendo los aparatos eléctricos, todos los días quitando la luz varias veces? No, nosotros le mandamos un electricista a que cheque cuál es el desperfecto que le afecta. ¿A cambiar un fusible, supongo? Por la mañana lo hago yo misma. La luz se va porque nos están sensibilizando para que aceptemos a CFE como si no hubieran jodido a los trabajadores del SME. Lo mismo que está ofreciéndome usted a nombre de Banamex: joder al trabajador que se gana la vida cambiando un fusible, además, de iniciar la llamada ofreciendo un contrato de protección…

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