martes, marzo 09, 2010

Detrás de la Noticia. La tragicomedia de los Pinochos




09 marzo 2010

Ya me los imagino en torno a una mesa en la penumbra de la noche. Todos hablando a media voz. Todos sintiéndose infalibles. Con las bocas torcidas por el menosprecio a los demás. Al fin y al cabo ellos son los señores y dadores de vida. Los dueños del destino de los idiotas que están allá afuera. Los que deciden cuánto hay que quitarles esta vez. Los que se han repartido el país. Los que mandan. Según ellos.

Casi casi los estoy viendo: doña Beatrice, Don Cesare, don Fernandone y el consigliori de don Enrico il Copeti di tutti Copeti. Todos con sus aires de perdonavidas haciendo un contrato de compra-venta, de qué si no de conveniencias y compromisos, porque sus principios ya no valen absolutamente nada. La delimitación oportunista de sus territorios a cambio de volver a encajarle el diente a los de siempre. Ahí están, tragando sapos sin hacer gestos, haciendo política a la mexicana, en las oscuridades vergonzantes. Con los rostros ajados por las vengativas marcas de los excesos del poder; con las medias sonrisas de la complicidad documentada. Porque eso sí, los estúpidos se obligaron a firmar uno a otro en una ridícula omertá supuestamente garantizada en los papeles que cada uno se llevó.

Todo para que semanas después les crecieran las narices y se les corriera el maquillaje hasta quedar como aquellos payasos deprimentes de los cuadros patéticos. Peor aún, lanzándose unos a otros las excrecencias de sus acusaciones mutuas y sus mentiras cobardes a las que ya se han acostumbrado.

Pero basta de farsas. La tragicomedia del pacto no es un asunto sólo entre ellos. Le compete a la nación. Porque estuvieron negociando los dineros de todos nosotros. Y ahora resulta que pagamos más impuestos porque el PRI ofreció aprobarlos a cambio de que el PAN se comprometiera a no obstaculizar la alfombra roja del señor Peña Nieto rumbo al 2012 por las mentadas alianzas con el PRD.

Si hubiera un mínimo de congruencia y valor en el Congreso los complotados debían de comparecer más allá de sus anécdotas: el señor Fernando Gómez Mont para que explique su concepto de gobernabilidad a favor de unos y aplastando a otros; la señora Paredes para que, además de haber confirmado en qué equipo juega, nos diga por qué apuesta nuestro dinero; el señor Peña Nieto para que explique de dónde le vino la ocurrencia; y el señor Nava para que, antes de morir políticamente, hable ahora o calle para siempre sobre la increíble y triste historia del señor presidente que nunca estaba enterado de nada.

Pero eso sí, no bastarán la mano sobre la Constitución o la Biblia. Es indispensable el polígrafo.

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