martes, abril 20, 2010

Columna Asimetrías. Pederastia e Iglesia





20 abril 2010

“Con la Iglesia hemos topado, Sancho”.

Don Quijote de la Mancha.

I

La pederastia ha sido practicada desde tiempo inmemorial, pero adquirió su connotación de execrabilidad moral no ha mucho en el amplísimo compás de la historia. Su rechazo moral y legal se remonta al Renacimiento, no antes.

O, al menos, eso sostienen historiadores especializados en esa manifestación de la conducta humana, pues la pederastia era, antes de su enmarcamiento punitivo, expresión de la cultura del poder. Pederastas eran, por lo general, los poderosos de antaño.

Y poderosos eran, en ese decurso de la historia de la pederastia, los de la realeza y la nobleza –una mezcla aleatoria de poder político y oligarquíco-- que, por fiat que suponíase divino, se ostentaban dueños de territorios, bienes y de humanos.

Poderosos eran también los hombres “sagrados” no sólo en el entorno del cristianismo primitivo, sino también de las otras religiones organizadas por los hombres y no por voluntad divina para fines de poder y dominio y lucro tesaúrico y crematístico.

Visto al trasluz de los prismas de la historia, la pederastia --en cuya práctica incurren al parecer con frecuencia los hombres del culto católico del cristianismo-- ha provocado una crisis política en el Estado Vaticano de dimensiones colosales.

La crisis es de credibilidad del mismo Estado Vaticano --que es una entidad política, antropológica, cultural y jurídicamente constituida— y que incide en el alcance moral y ético de la exégesis y aplicación del dogma que, proclámase, inspira su existencia y función.

II

Más no sólo eso- Afecta también y en gran proporción al mero jefe –o papa-- de dicho Estado Vaticano, el arzobispo de Roma Ratzinger, cuya autoridad moral reside en su inferida infalibilidad como representante del dios de los cristianos en la tierra.

Esa crisis, si bien tiene orígenes muy claros y, ergo, discernibles y localizados y sus consecuencias son predecibles prospectivamente, no es fácil de superar, temiéndose que no concluirá en breve ni se agotará por sí misma.

Contrario a ciertos pronósticos, la fe en el dios de los cristianos no cesará y es probable que se intensifique –por otras causales ajenas al escándalo de la pederastia en el clero--, pero la fidelidad a la institución seguramente sufrirá honda mengua.

Ese escenario contempla que la adhesión a la organización religiosa –la iglesia católica, al Estado Vaticano mismo, y al clero— sufrirá un desgaste inexorable cuya consecuencia bien podría ser su eventual transformación como invención humana.

A éstas alturas, esa transformación antójase inevitable, pues los mismos jerarcas del Estado Vaticano y sus pensadores y estrategas intelectuales parecen haber registrado que su influencia como organización de poder político, moral y económico puede cesar del todo.

A esos estrategas no paréceles escapar que e daño mayor reside en el socavamiento es la percepción de los feligreses que se identifican más con la organización que con el dogma mismo o con la trinidad –dios, Jesucristo y el Espíritu Santo-- y los santos.

III

Pertenecer a una iglesia –a una organización, más que dios mismo— es importante para el feligrés raso, pues ello le crea una dependencia psicológico-espiritual y anímico-cultural de laya social. El sentido de pertenencia se cimenta en la confianza.

Así, la confianza y la pertenencia le otorgan al feligrés seguridad, la que deviene del reforzamiento y la convicción de que se siente protegido de los acechos del Mal, fuere cual fuere éste, si humano o metafísico, y favorecido por el Bien.

Y ese sentido de pertenencia erosionado por los pederastas –los perpetradores y sus cómplices por omisión o por comisión, como los jerarcas-- es el agente que cohesiona al trato bilateral entre feligrés y la organización y, por inferencia, con la divinidad.

Existe, pues, conciencia de la complicidad monstruosa de los obispos, arzobispos, cardenales y el papa mismo y, por esa percepción del feligrés, éstos jerarcas son sospechosos, a su vez, de pederastia, que no es práctica sólo del bajo y claro medio.
El caso de Marcial Maciel –sociópata con múltiples personalidades, jefe de dos familias con hijos y pederasta hasta con sus propios vástagos-- nos anticipa que el abuso sexual de menores se practicaría incluso a las cámaras de los propios príncipes.

Una secuela posible es que el papa Ratzinger, sea detenido por la policía en un país dado y su fuero como jefe de un Estado violado y, luego, juzgado como un criminal. Esa intención nos demuestra cuán enorme es la herida causada por su complicidad.

ffponte@gmail.com

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