lunes, julio 12, 2010

Peña Nieto, el gran perdedor

Enrique Peña Nieto, gobernador del estado de México.

Jesusa Cervantes

MÉXICO, D.F., 9 de julio (apro).- Las elecciones del pasado 4 de julio no desbancaron al PRI de su posición como primera fuerza electoral del país, aunque los resultados sí impactarán en los diferentes grupos políticos priistas rumbo a las elecciones del año próximo y en las presidenciales del 2012.

El experimento de las alianzas PRD-PAN que dio tres gubernaturas, modifica la configuración electoral del país pero no afecta la supremacía que el PRI mantiene en el Congreso de la Unión, lugar de donde el próximo candidato presidencial de ese partido sacará gran parte de su fuerza.

Actualmente, en la Cámara de Diputados el PRI y su aliado el Partido Verde suman 258 escaños, lo que les da la mayoría simple y la posibilidad de cambiar leyes a su antojo, además de marcar la agenda del país.

Del otro lado, suponiendo que la alianza se traslade al Poder Legislativo, con la precaria representación que tiene el PRD (71 legisladores) y los 143 diputados del PAN, apenas suman 214 votos, insuficientes para generar presión en discusiones tan importantes como las del Presupuesto de Egresos y la Ley de Ingresos para el 2011.

Hasta antes del 4 de julio, la mayoría de los diputados priistas estaban “alineados” con el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto. Sin embargo, ahora, con la pérdida de Oaxaca, Puebla y Sinaloa, cuyos actuales gobernadores son incondicionales del mexiquense, el candidato de Televisa, que parecía ir solo en la carrera presidencial, podría perder el apoyo de 39 legisladores de esos estados.

La razón es muy simple, al no tener un gobernador priista que los cohesione en un solo interés, esos legisladores tendrán la vía libre para transitar por donde quieran y vender caro su voto.

En el Senado de la República, el PRI de Manlio Fabio Beltrones, por el contrario, se consolidó, pues por medio de candidatos allegados a él, no sólo arrebató al PAN la gubernatura de Aguascalientes, sino que, además, recuperó Baja California, el emblemático bastión panista. En ese estado ganó los cinco municipios: Tijuana, Mexicali, Ensenada, Tecate y Rosarito.

Ahora, a los escasos 45 diputados incondicionales que tiene en Cámara de Diptuados, Beltrones podría sumar a su causa los 39 legisladores de Oaxaca, Puebla y Sinaloa que quedarán “huérfanos” a partir del 1 de septiembre.

De acuerdo con comentarios que han surgido dentro del propio grupo legislativo del PRI en San Lázaro, será difícil que esos 39 “huerfanitos” se alineen nuevamente a Peña Nieto, pues el pasado 4 de julio vieron que no pudo. A Beatriz Paredes, dirigente nacional del PRI y también aspirante presidencial, difícilmente se unirán, pues no sólo no pudo frenar las alianzas PAN-PRD, sino que, además, expuso al PRI a un desgaste innecesario cuando se descubrió el famoso pacto Peña Nieto-Gobernación.

Pero la última palabra aún no está dicha. Todavía falta ver si el PRI retiene Veracruz y Durango, de no ser así habría otros 25 legisladores que pensarán mucho antes de darle nuevamente su apoyo incondicional a Enrique Peña Nieto.

Por todo esto, el gran perdedor de las elecciones del pasado 4 de julio no fue el PRI, sino más bien Peña Nieto, el precandidato que parecía ir solo en su carrera por la Presidencia. Pero la gran tragedia para el joven priista no termina ahí, todavía le falta una de las pruebas más difíciles: la elección de gobernador en su estado, el próximo año. Y si como ya han advertido PAN y PRD, hacen otra alianza, sus posibilidades de que retenga para el PRI esa emblemática entidad se reducen mucho más, y se desmoronaría de tajo su ambición presidencial.

De perder el Estado de México –la “joya de la corona” de las elecciones locales--, la fidelidad a Peña Nieto de los 45 diputados de esa entidad también estaría a prueba.

Quizá por eso, mientras todo mundo hacía pronósticos para ver quién ganaría el 4 de julio, Beltrones insistió en que “en lo que se debería estar pensando es en el 5 de julio”.

Si Beltrones logra, si no equiparar, por lo menos, reducir la gran ventaja de respaldo que Peña Nieto tiene entre los diputados, eso se verá en los próximos días, cuando se discuta en un posible periodo extraordinario de sesiones la Ley Nacional de Seguridad.

Hay que recordar que dicha ley fue operada por Beltrones en el Senado de la República y frenada por un sector castrense respaldado por algunos simpatizantes de Peña Nieto.

Votar dicha ley en periodo extraordinario será prueba de que el segundo aspirante a la candidatura vuelve a entrar a la carrera que Peña Nieto parecía estar ganando sin problema alguno.

Sin embargo, entre los propios priistas sigue rondando una pregunta que no ha tenido respuesta. ¿Quién está detrás de Peña Nieto y de Beltrones? Algunos siguen pensando que es el mismísimo Carlos Salinas de Gortari.

No hay que perder de vista los efectos que tendrá el 4 de julio en el PRI de la Cámara de Diputados, el cual parece que dejó de ser totalmente peñista.

Comentarios: mjcervantes@proceso.com.mx


PRI: Estrategia descarrilada
Enrique Peña Nieto, gobernador del estado de México.

Jesús Cantú

MÉXICO, D.F., 12 de julio.- La apuesta del PRI, sobre todo la de su dirigente Beatriz Paredes y la del gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, era llegar a la elección presidencial de 2012 con 24 gobernadores, cuyas entidades agruparían casi dos terceras partes del padrón electoral, pero la pérdida de sus bastiones en Puebla, Oaxaca y Sinaloa acabó con esa estrategia. Ahora, aun cuando en 2011 el partido ganara las cinco gubernaturas que estarán en juego, apenas controlarían 54% del padrón electoral, el mismo porcentaje que tenía en 2006.

El éxito electoral de 2009 hizo suponer a los priistas que la estrategia de delegar el control de la elección a los gobernadores les permitiría recuperar Los Pinos en 2012. Y aun cuando lograron retener Campeche, Colima y Nuevo León y recuperaron, con el auxilio del gobernador mexiquense, Querétaro y San Luis Potosí, la derrota en Sonora fue una desafortunada consecuencia de la tragedia de la Guardería ABC.

Confiada en los resultados del año pasado, la cúpula del PRI repitió la estrategia este 2010: dejó que sus gobernadores nombraran a sus delfines y se responsabilizaran de los resultados.

Además, en las tres entidades donde los priistas no eran gobierno (Aguascalientes, Tlaxcala y Zacatecas) el apoyo de los gobernadores vecinos fluyó con abundancia: el del Estado de México ayudó en las tres; y en el caso de Zacatecas, el apoyo provino de las autoridades de Nuevo León y Coahuila. El mecanismo priista funcionó a la perfección en esas tres entidades gobernadas por la oposición; pero falló en las que gobiernan sus correligionarios.

Así, perdieron tres y aun disputan los resultados en dos (Durango y Veracruz). En todas las entidades la dirigencia nacional dejó que los gobernadores colocaran a sus candidatos, aunque en dos (Sinaloa y Durango) esa decisión provocó rupturas y los militantes marginados lograron colarse como candidatos de la oposición. En el caso de Sinaloa ésta ganó, mientras que en Durango las autoridades electorales aún emiten el resultado final.

En Puebla y en Veracruz, las rupturas datan de hace cuatro años, mientras que en Oaxaca, aun cuando no hubo ruptura, los resentimientos intrapartidistas fueron suficientes para que el candidato de la alianza opositora venciera al del PRI.

Durante los procesos electorales hubo evidencias de que los gobernadores fueron los jefes de campaña de sus candidatos; algunos incluso emprendieron programas sociales para apoyar a sus correligionarios y toca a las autoridades electorales investigar si canalizaron recursos públicos para promover el voto.

En 2009, gracias a los apoyos de los mandatarios del PRI a sus candidatos, así como a los convenios con el duopolio televisivo, el partido tuvo un saldo electoral positivo, pero en 2010 las cosas no le resultaron. En las tres entidades que recuperaron los priistas hay 2 millones 700 mil ciudadanos empadronados, mientras que en las que perdieron hay 8 millones 400 mil. En resumen, el saldo negativo es de casi 5 millones 700 mil potenciales electores.

Sin embargo, más allá del aspecto cuantitativo, lo más grave del fracaso del PRI es que su estrategia resultó vulnerable; que la oposición encontró el antídoto para derrotar incluso a los cacicazgos que parecían más sólidos.

Los tricolores saben que en 2011 estará en juego la gubernatura del Estado de México, que representa el 12% del padrón electoral a nivel nacional. De perderla, llegarían a la elección presidencial de 2012 gobernando apenas 42% de los electores potenciales, aun cuando recuperaran Guerrero y Baja California Sur, que hoy gobierna el PRD, y mantuvieran Coahuila y Nayarit. Esa cifra estaría 19 puntos por debajo de la que tenían en 2000, cuando perdieron la Presidencia de la República.

Por más que los priistas quieran festinar el triunfo en nueve de las 12 entidades donde hubo comicios el domingo 4, en realidad fueron los perdedores, pero ello no significa que el PAN y el PRD puedan proclamarse triunfadores. Aunque las coaliciones que conformaron ganaron en tres entidades, en todos los casos fue con candidatos ajenos.

En Oaxaca, por ejemplo, Gabino Cué milita oficialmente en Convergencia y es cercano a Andrés Manuel López Obrador. En rigor, su triunfo no fortalece a la actual dirigencia perredista. En Puebla, Rafael Moreno Valle llega por el PAN, pero es evidente su cercanía con la maestra Elba Esther Gordillo, cuyo apoyo fue fundamental para que él se quedara con la gubernatura. En Sinaloa, Mario López Valdez, quien hasta hace cuatro meses militó en el PRI, superó a su contrincante con los votos cosechados en el norte del estado, donde tiene su principal fortaleza.

Los resultados del domingo 4 dejan claro que PAN y PRD pueden arrebatar la gubernatura del Estado de México al PRI en 2011, lo cual debilitaría severamente al partido de Peña Nieto. Además, ello debe obligar a los priistas a cambiar su estrategia para ganar los comicios de 2012.

Sin embargo, los dirigentes de la oposición deben estar conscientes de que no tienen la fórmula para ganar la Presidencia de la República. Más allá de sus declaraciones estridentes, es evidente que en 2012 no conformarán una alianza a nivel nacional; ni siquiera es seguro que la izquierda pueda tener una candidatura común, menos aún después del adelantado autodestape de Andrés Manuel López Obrador.

El primer gran reto que tienen el PAN y la izquierda es lograr una alianza para las elecciones de gobernador en el Estado de México. Es difícil que derroten al candidato de Peña Nieto si compiten de manera separada, especialmente si el mandatario mexiquense postula a su sucesor sin afectar la unidad de su partido.

El problema es que en esa entidad no será fácil para los panistas y perredistas lograr acuerdos, en particular porque ambos han sido primera fuerza en ese disputado territorio en diferentes elecciones y tienen candidatos con suficientes merecimientos para exigir ser los abanderados.

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