miércoles, agosto 25, 2010

Columna Asimetrías. El Gran Colapso

Por Fausto Fernández Ponte




25 agosto 2010
ffponte@gmail.com

“La confianza es indispensable para la amistad, el amor y el funcionamiento de las organizaciones; es clave en la economía y la política”.

Michael Kosfeld.


I


A cuatro años del presidencialado espurio y, ergo, falaz, de Felipe Calderón, las bancadas del PRI en los cuerpos colegiados del Poder Legislativo denuncian a gritos lo insoslayable, por descomunalmente criminógeno, del colapso económico de México.


La denuncia del priísmo en el Legislativo es, empero, tardía. Y por ese mismo atributo, asaz sospechoso. Se sospecha de los móviles y propósitos de la denuncia, pero todo apuntaría a las pujas preelectorales venideras, las de 2011 y 2012.


Sin embargo, el PRI cabalga en el proverbial equino de la hacienda. El contexto coyuntural en el que se denuncia el colapso económico –que los mexicanos hemos sufrido desde hace años-- es el IV Informe de Gobierno de Felipe Calderón.


La denuncia despide un hedor oportunista, diríase que carroñero –propio de hienas y buitres--, pues convenientemente los legisladores priístas no ofrecen ni remotamente propuestas para (1) detener el colapso, (2) revertir éste y (3) modificar dicho statu quo.


II


El hedor oportunista no oculta ni mucho menos disfraza las emanaciones hedetinas. Pero la acción tendría méritos implícitos que los solones priístas no habrían previsto: le da la razón a Andrés Manuel López Obrador, quien enarbola esa bandera desde 2005.


Y esa bandera es, precisamente, la de que la economía de México se ha colapsado, consecuencia de la dialéctica –sus contradicciones irreconciliables y desequilibradas—de su propia naturaleza, que es acusadamente brutal, violenta, salvaje, antiMéxico.


Ese colapso no es de reciente origen, sino que se remonta, en fases y etapas, a la radical mutación de la economía sufrida durante el sexenio de Miguel de la Madrid y, acentuada dramática y hasta espectacularmente, en el de Carlos Salinas.


El señor De la Madrid –quien debe sufrir remordimientos en su cómodo retiro en Coyoacán con cargo a nuestros impuestos— y, con notoriedad y frenesí digno de causa major el señor Salinas,
alegremente implantaron en México una economía neoliberal.


III


De esa malhadada decisión –históricamente documentada-- vienen nuestros males, pues la economía mexicana, de por sí vapuleada por las equívocas veleidades petrolizadoras de José López, ya había llegado a un punto de desgaste irreparable.


Pero López Portillo, como sus antecesores Luis Echeverría, Gustavo Díaz Ordaz y Adolfo López Mateos se negaron a cambiar las relaciones de producción y las fuerzas productivas y orientarlas al bienestar social; optaron por financiar el charrismo sindical.


Y cierto es que don Miguel y don Carlos (y, luego, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y hoy, don Felipe) alteraron las relaciones de producción y las fuerzas productivas, sí, pero en sentido inverso: para beneficiar a la oligarquía y las trasnacionales.


Y allí estamos hoy, en deprimente situación cuyo epítome es la muerte de Pemex -- –como lo diagnosticó el senador Francisco Labastida— y el IMSS en la ruina (se anticipa suspensión del pago de pensiones) y la brutal descapitalización del Banco de México.


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