jueves, diciembre 09, 2010

Detrás de la Noticia ¡Todos somos Assange!

Por Ricardo Rocha




09 diciembre 2010

Pero por supuesto que la realidad rebasa a la ficción. Ahora vivimos una prueba irrefutable. Si algún escritor hubiera propuesto una novela que relatara exactamente el affaire WikiLeaks, estoy seguro de que el editor se la hubiera rechazado por fantasiosa, inverosímil y, de plano, jalada: a ver, a quién se le ocurre que una docena de geniecillos digitales puedan cimbrar al gobierno más poderoso del planeta; cómo que sustraen 250 mil documentos secretos así como así; quién podría imaginar que el mundo entero estaría pendiente de las nuevas revelaciones de cada día.

Pero ahí tiene usted que ocurre todo eso y más. Que este hombre llamado Julian Assange es ahora sujeto de la más perruna cacería, producto de una conjura internacional para destruirlo a él y a WikiLeaks, y que ahora lo tiene en la cárcel. En paralelo, en los 15 días recientes, se ha venido dando un sistemático y despiadado proceso de estrangulamiento financiero —cancelación de patrocinios, donativos y cuentas bancarias— para aplastar este singularísimo esfuerzo periodístico.

Pero los que aseguran que WikiLeaks está muerto cometen un grave error de cálculo: la batalla apenas comienza; no previeron nunca los activísimos apoyos a nivel global; los ataques cibernéticos de hackers a Mastercard son sólo un primer aviso del hiperdesastre en que puede convertirse la red.

Por lo que hace a las señoritas Anna Ardin (guapa de 40) y Sofía Wilen (bonitilla de 30), aun los más rabiosos feministos como yo, nos resistimos a tragarnos toda una serie de embustes mal contados: en el caso de Anita, invita a Julian a quedarse en su casa durante un seminario en Estocolmo; tras una cena, ambos acaban en la cama, se rompe el preservativo, ella le pide detenerse pero él no lo hace (por lo que luego lo acusaría de acoso sexual); pero eso sí, la noche siguiente le hace una fiesta para presumirlo con sus amigos como “alguien asombroso”. El problema es que en el ínter, Assange descubrió en la primera fila de su conferencia mañanera a Sofita: coquetearon, fueron al cine y toquetearon. Y hasta ahí. Pero sucede que Sofía es persistente y lo invita a su casa en un pueblito sueco, y hasta paga los dos boletos del tren. Y ¿qué creen?, pues que tienen sexo primero con condón, y en el insomnio amoroso sin condón, lo que le originó a Juliancito una acusación de violación por el hecho de que ella estaba —o estuvo— dormida.

Lo increíble es que tres días después, las dos mujeres se encuentran y descubren que habían tenido sexo con el mismo hombre. Así que corren a una estación de policía a acusar a nuestro ídolo. Y en esas estamos. Salvo el pequeño detalle de que ahora se revela que Anna Ardin es cubana, anticastrista y agente de la CIA. Por lo que ya se sospecha que todo fue una trampa-montaje para el fundador de WikiLeaks.

Por lo pronto, en su batalla informática estoy con Julian Assange. Por lo que hace a su faceta de garañón rompecondones, mis respetos. Pero, en lo que se refiere a mujeres, creo que sabe mucho de computadoras.

Plan B. El niño sicario

Por Lydia Cacho




09 diciembre 2010

Es un niño flacucho que se muerde los labios con la ansiedad de quien se ve forzado a explicar su comportamiento frente a periodistas que no se preocupan por cubrir su rostro. A cada pregunta, baja la mirada; los hombros caídos, las manos restregándose, mira de reojo a los adultos que le rodean y que, sin abogado o tutor presente, han decidido hacerle un juicio mediático. Rodeado de soldados armados, este niño no sólo fue arrebatado de su infancia por Jesús Radilla Hernández, “El Negro”, nuevo líder del Cártel del Pacífico Sur (CPS, Beltrán Leyva en Morelos); además fue linchado moralmente en un espectáculo mediático. La noticia plagada de exageraciones le dio la vuelta al mundo.

¿Qué nutre más el morbo que exhibir a este niño sicario para demostrar cuán bajo ha caído la sociedad mexicana? Que una psicóloga experta asegure en la radio que el niño es un psicópata sin haber elaborado peritaje, pero “por lo que muestran los medios” asegura que estos niños “nacen malos”. Qué mejor para nutrir el mito de un México cruel, despiadado, infame y sin cura para su violencia, que usar a un niño como emblema.

No se nace malo o bueno, se aprende, o no, a dar connotación moral a nuestras acciones. La violencia se aprende y miles de niños son víctimas y producto de los cárteles en Brasil, Colombia y México (entre otros).

No nos dijeron que es un niño nacido en los Estados Unidos, maltratado desde que se acuerda, que vivía en un barrio de Morelos con sus hermanas, cuyos padres hace rato se desentendieron de su bienestar. Apenas a los doce años fue secuestrado por el líder de sicarios que lo indujo a las drogas y, con una mezcla de afectos paternales y amenazas, le enseñó a usar armas. Pequeño, con 45 kilos y brazos flacuchos, fue utilizado para ultimar la vida de cuatro personas previamente torturadas por adultos, según informa uno de los soldados que se negaba a que lo exhibieran. El chico no se ufana, como han querido mostrar los medios, ni es una máquina de matar, como dijeron amarillistas. Es otra víctima de los cárteles, de la violencia intrafamiliar, de la trata de menores para fines criminales.

¿Por qué matabas? Le pregunta el periodista como si hablara con un asesino profesional. Se muerde los labios, frunce el ceño con miedo y responde: “Me ordenaba "El Negro". Sólo me drogaba con mota y no sabía lo que hacía”. ¿Por qué te metiste en esto? Insiste el entrevistador: "No me metí, me jalaron". ¿Estas arrepentido? "Sí, de haber entrado a esto y de matar".

Sabemos que un psicópata es incapaz de sentir remordimiento o empatía. Es claro que el niño desarrolló mecanismos de defensa ante la violencia que aprendió a reproducir. Encasillarlo con otros asesinos es injusto y peligroso.

“El Ponchis” debe ser protegido del linchamiento. Usarlo como ejemplo del sicariato infantil es imperdonable. Darle una oportunidad terapéutica, y abrir espacios para rescatar a otros chicos en situación similar es lo ético. A estos niños les urgen héroes que no sean violentos, familias alternativas que les protejan, una sociedad que les enseñe que hay otras formas de tener poder lejos de la muerte. Y una prensa más responsable con la infancia.

EDITORIAL. Del ciberpoder.

Año 8, número 3558
Jueves 09, diciembre del año 2010


Hace relativamente poco tiempo, los EEUU y China se enfrascaron en una guerra cibernética tan breve como la de “Los seis días” entre árabes y judíos.

Los yanquis comenzaron a bombardear la Internet con publicidad de su sueño americano (más o menos como cuando los narcotraficantes mediante mantas invitan a los soldados a que se unan a ellos y dejen de comer sopas “maruchan”) y los hackers chinos se metieron a la Casa Blanca, al Pentágono y hasta la cocina.

Por lo cual la bandera de las barras y estrellas la arriaron y en su lugar izaron la blanca pidiendo paz, pues les modificaron los sistemas y todo fue un caos.

Hoy la agrupación de ciberpiratas autollamada anonymous internacionales, donde se supone que están los mejores hackers del mundo, entre ellos los chinos, han decidido unirse en torno a Julian Assange.

Y por lo pronto han atacado a Master-Card de tal suerte que su sistema se cayó por exceso de solicitudes y les está costando trabajo y dinero reponerlo.

Pero también reconocieron, por parte de su vocero, que han atacado la Fiscalía sueca por haber solicitado la orden de extradición del Fundador de WikiLeaks y al Banco PostFinance por haber cancelado las cuentas de Julian.

Y como también amenazaron con tomar represalias en contra de las empresas que obedeciendo mezquinos intereses se vuelquen en contra de Assange, no hay más remedio que reconocer que ya hay otro poder.

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