jueves, abril 14, 2011

En riesgo, la divulgación de la ciencia en la UNAM

Una de las labores sustantivas de la UNAM se encuentra en riesgo. Reducida a un museo y a un público juvenil, lejos de la academia, la divulgación de la ciencia aún no logra su cometido: “Poner los resultados de la investigación científica en manos de la población”, asegura Luis Estrada Martínez, pionero de la divulgación científica en México. René Drucker Colín, actual titular de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la Universidad, reivindica el nuevo carácter “administrativo y de servicio” desarrollado en los últimos tres años. Durante su gestión, la dependencia universitaria ha renovado 5 mil 30 metros cuadrados del Universum, dice, orgulloso.

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Flor Goche

A un costado del Universum Museo de las Ciencias, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en un espacio ajeno al bullicio, se encuentra la Casita de las Ciencias. Allí, en un rincón, está la oficina de Luis Estrada Martínez, el divulgador de ciencia más reconocido del país.

Un convenio con el Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico, al que formalmente pertenece, le ha permitido conservar este modesto lugar en la dependencia universitaria “más aproximada” a la divulgación científica: la Dirección General de Divulgación de la Ciencia (DGDC) de la UNAM.

En 1997, por decreto del entonces rector Francisco Barnés de Castro, el Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia (CUCC), que además de hacer divulgación invertía en formar divulgadores, dejó de existir y en su lugar se creó la DGDC.

El carácter administrativo de esta Dirección impidió que los académicos e investigadores que laboraban en el Centro se incorporaran al nuevo proyecto. “Busquen a dónde ir”, les dijeron, recuerda Estrada Martínez.

Este hecho y la creación, a principios de la década de 1990, del Universum cambiaron el enfoque de la divulgación científica en la UNAM. La parte académica se debilitó, no obstante que el Reglamento Interno de la DGDC establece que la formación y capacitación de divulgadores y el establecimiento de criterios de evaluación de la divulgación de la ciencia son parte de las funciones de esta dependencia.

Estrada Martínez –el primer mexicano en recibir el premio Kalinga, que otorga la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, por una labor excepcional en el campo de la divulgación científica– dice que la situación por la que atraviesa la divulgación de la ciencia en la UNAM es “triste”. Reducida a un museo y a un público juvenil, particularmente estudiantil, la divulgación científica está lejos de lograr su cometido: “Poner los resultados de la investigación científica en manos de un público grande”.

Por eso, aunque conserva un cubículo de escasos 9 metros cuadrados en la DGDC, Estrada Martínez ha optado por “encerrarse en cosas” que buscan recuperar la esencia del proyecto original de la divulgación científica.

—A la larga, mantener un museo [el Universum] de tal tamaño y tal ambición resultó un poco contraproducente porque [la divulgación de la ciencia] se redujo a una sola actividad y todo lo demás quedó volando o muy debilitado.

René Drucker Colín, quien desde marzo de 2008 está al frente de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia, está satisfecho con los resultados de su administración, especialmente con la renovación de 5 mil 30 metros cuadrados del Universum, que fue posible gracias a los patrocinios de los sectores público y privado, y con el incremento, durante 2010, del número de visitas a este museo.

Al preguntarle sobre su proyecto de trabajo, el doctor en fisiología solamente refiere el Reglamento Interno de la DGDC que él, con la aprobación del Consejo Técnico de la Investigación Científica, modificó. La razón: “Ordenar la dependencia de una manera más apropiada” para que ésta responda a las dos formas de hacer divulgación que, a decir de Drucker Colín, son los museos y la divulgación “hacia fuera”, es decir, a través de los medios de comunicación.

En el organigrama anterior, la Coordinación de Prensa y Radio y la de Innovación Tecnológica, así como las subdirecciones de Conservación Museográfica, Exposiciones, Estudios y Formación en Divulgación de la Ciencia, Medios Electrónicos, Medios Audiovisuales y las del Museo de la Luz y el Universum compartían la misma jerarquía.

Con las modificaciones al Reglamento Interno de la DGDC, la dependencia se dividió en dos áreas: la Coordinación de Museos y la de Medios. La Comisión Evaluadora desapareció y la Subdirección de Estudios y Formación en Divulgación de la Ciencia se convirtió en la Unidad de Formación de Divulgadores, que actualmente se encuentra en el nivel de las unidades de Servicios Audiovisuales, Cómputo y Biblioteca.

Drucker Colín reconoce que existe una forma más académica de hacer divulgación de la ciencia. La revista ¿Cómo Ves?, que la UNAM edita desde hace 13 años, y el diplomado en divulgación de la ciencia, que en 2011 cumple 16 años, contribuyen en este aspecto. Sin embargo, el titular de la DGDC asegura que “ese esfuerzo alcanza a un público relativamente reducido; un público dedicado que le interesa leer artículos largos”.

Cuando el CUCC se convirtió en la Dirección General de Divulgación de la Ciencia, esta dependencia perdió su carácter estrictamente académico y se volcó en una “dependencia de servicio”, explica el científico. Julia Tagüeña Parga, quien lo antecedió en su cargo, piensa que este lugar debe tener una función académica. “Aquí no hay investigadores; no es esto un centro de divulgación de la ciencia”, revira, tajante, Drucker Colín.

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Profesionalizar la divulgación

A decir de Estrada Martínez, quien fuera director del CUCC, aunque en México cada vez más personas se dedican a la divulgación científica, en realidad son pocas las que tienen una formación que les permita profundizar en sus labores.

La UNAM cuenta con un diplomado en divulgación de la ciencia, además una maestría y un doctorado en filosofía de la ciencia con una línea en comunicación de la ciencia. No obstante, Luis Estrada considera que sería muy importante que en la UNAM se creara un posgrado especializado en divulgación de la ciencia.

Refiere que el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente es la única institución en el país que imparte la maestría en comunicación de la ciencia y la cultura. “Pero eso es bastante irreal; aquí no ve usted la puerta”, manifiesta el también fundador de la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica.

Drucker Colín comparte la idea de profesionalizar la divulgación científica. “En realidad, no son los científicos [como él mismo] quienes deberían dedicarse a la divulgación”, reconoce. La divulgación debe recaer en aquéllos que estudian comunicación y deciden orientarse hacia la comunicación de la ciencia.

Integrantes de la DGDC propusieron a Drucker Colín la creación de una maestría en divulgación de la ciencia. El funcionario rechazó la petición.

—¿Maestría aquí? No se puede. No porque yo no quiera; porque no se puede por reglamento [General de Estudios de Posgrado]. Aún si se pudiera, yo no lo permitiría porque esto no es una unidad académica. Es una dirección general que da servicio; no puede tener posgrados.

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La divulgación, “el patito feo

En la UNAM, como en muchos otros recintos del país, quienes ejercen la divulgación de la ciencia lo hacen de manera marginal y complementaria a lo realmente prioritario, asegura Estrada Martínez. “Para mucha gente, esto sigue siendo el patito feo; la cosa que a nadie le preocupa mucho”, lamenta el doctor en física.

Los bajos sueldos que perciben los profesores universitarios se compensan con las remuneraciones adicionales que consiguen. No es el caso de los divulgadores. En la UNAM, la divulgación científica “no da puntos”.

Así, al desconocimiento de la labor del divulgador, aun entre la propia comunidad universitaria, se suma que los investigadores que son entusiastas de la divulgación científica pocas veces pueden dedicarse a ella porque están ocupados en otras cosas, explica Estrada Martínez. “Si no, no hay puntos; les va a ir mal en la evaluación”.

Drucker Colín considera que la divulgación científica sí es prioritaria para la UNAM. Tan es así que tiene una dirección dedicada a ello. El problema en la Universidad, dice, es que “la divulgación no se toma mucho en cuenta para las promociones y todo ese tipo de cosas”.

Además, el dinero que se destina a la dependencia a su cargo es insuficiente. El 80 por ciento del presupuesto de la DGDC (169 millones 662 mil 47 pesos, incluidos los 44 millones 545 mil 47 pesos que se obtienen de ingresos extraordinarios y apoyos) es para cubrir los sueldos de las 786 personas que integran esta Dirección, asegura Drucker Colín.

A decir del director General de Divulgación de la Ciencia, el gobierno federal debería apoyar el Universum como lo hace con otros museos. “El museo requiere urgentemente más fondos para ser un museo más moderno, más al día”.

Estrada Martínez no se rinde. Su actitud jovial y entusiasta contrasta con la blancura de su cabellera. Para el destacado divulgador, a pesar de que la UNAM ya no cuenta con un programa sistemático e integral en materia de divulgación científica, “la idea es que sí lo haya”, y hay gente trabajando en ello, asegura.

—¿Ha platicado con las autoridades de la UNAM al respecto?

—Con el doctor Narro [actual rector], no he pedido verlo ni mucho menos. No sé si he hecho mal. Con De la Fuente [rector de la UNAM de 1999 a 2007], sí. Insistí mucho, y finalmente logré que me diera una cita. Y platicamos, y dijimos, pero [nada]… Lo más importante que he logrado en esta época fue hablar con el secretario general, con el doctor Alcocer. Él no me dijo nada ni contestó nada, pero sí entendió de qué se trataba. Sé que lo entendió, pero tampoco hizo nada.

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Científicos y divulgadores

Paula Ximena García Reynaldos es profesora de asignatura en la Facultad de Química de la UNAM; además, divulgadora científica. Actualmente colabora en el programa de radio La feria carrusel cultural, del Instituto Mexicano de la Radio, que destina un espacio a la divulgación de la ciencia. También dirige una tesis de licenciatura donde se “creará un manual de experimentos químicos, fáciles, divertidos y seguros”.

En mayo de 2010, la candidata a doctora en química renunció a su plaza de técnico académico titular “A” de tiempo completo en la DGDC; con ello, a los 19 mil pesos que le proveía su puesto en el Universum. “No me siento satisfecha con las perspectivas de desarrollo profesional y académico de las labores que realizo en la dependencia”, expuso a Drucker Colín en su carta de renuncia.

La maestra en ciencias químicas recuerda la emoción que experimentó cuando supo que la sala de química, de la que ella se encargaba, sería remodelada. Luego, la decepción que le produjo enterarse, de boca de Lourdes Guevara, la coordinadora de Museos de la DGDC, que ella no podría participar en la elaboración del guión científico de la nueva sala.

Más tarde, García Reynaldos se enteró también de que, una vez concluido el guion científico –en el que finalmente logró participar como profesora de la Facultad de Química, sin que esto se reflejara en los informes y planes de trabajo que, para conservar su plaza de técnico académico, presentaba anualmente–, la DGDC contrató a una persona externa para que lo revisara.

A casi un año de haber dejado el Universum, García Reynaldos no se arrepiente de su decisión. No obstante, lamenta que sus expectativas de servir a la UNAM, a través de la DGDC, en la que cursó el diplomado en divulgación de la ciencia, no se hayan cumplido a plenitud.

—Yo creo que en esta Dirección parten de que tú eres incapaz; no se te da el beneficio de la duda, no se te da la oportunidad.

A pesar de que en la DGDC laboran 27 técnicos académicos, la mayoría con estudios de posgrado y con una gran trayectoria en la divulgación científica, su labor es poco valorada, considera Ana María Sánchez Mora, representante de esta Dirección ante el posgrado en filosofía de la ciencia.

La razón es el estatus que les confiere su nombramiento de técnicos académicos y su pertenencia a la Dirección General de Divulgación de la Ciencia, una instancia dependiente de la Coordinación de la Investigación Científica, cuyos criterios responden a los intereses de los científicos, no así a los de los divulgadores.

Los divulgadores y los científicos son como los hombres y las mujeres: complementarios, explica Sánchez Mora, quien ha dedicado más de tres décadas a la divulgación científica. Sin embargo, algunos de los científicos que han dirigido la DGDC “nos consideran seres de quinta, pues, según los criterios de la Coordinación de la Investigación Científica, no damos el ancho”.

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¿Qué es la divulgación científica?

“Una ventana que nos permite mirar hacia otro lado”, así define Luis Estrada Martínez, el divulgador mexicano más reconocido, la divulgación de la ciencia. Sin esta parte de la cultura –pues el entendimiento de la ciencia forma parte de ésta–, los prejuicios se imponen.

—Es indispensable, en toda cultura, tener una idea del mundo en que uno vive. Todas las culturas han tenido su visión del mundo y, obviamente, la nuestra la tiene, pero la que tiene es del siglo XIX. Todas las discusiones sobre el aborto no tienen base de conocimiento; se mueven por conveniencias, por influencias. Las discusiones de género están llenas de prejuicios; la ciencia moderna ya piensa de otra manera.

Es ahí donde entra el papel de la divulgación. Crear una conciencia, en el mejor de los casos, de cuál es la situación más aproximada del mundo en que vivimos o, por lo menos, dar las pistas de dónde aprender eso. Si nosotros queremos cambiar el enfoque y el modo de proceder en este país, tenemos que abrir esa ventana y ver cómo están las cosas

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Fuente: Contralínea 228 / 10 de abril de 2011

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