lunes, diciembre 26, 2011

Twitter para principiantes


Antes, cuando los maestros de primaria nos enseñaban a distinguir los sonidos que emiten los animales, aprendimos que las vacas mugen, los caballos relinchan, los asnos rebuznan, los corderos balan, los cuervos graznan, los patos parpan, las palomas zurean, los elefantes barritan y las panteras otilan. La pregunta es: ¿los pollitos, de veras, hacen pío pío pío, cuando tienen hambre, cuando tienen frío, o es así como traducimos a nuestra lengua su agudo, persistente y aparente quejido?

Los que hablamos en castilla nos representamos los ladridos así: guau-guau. Los italianos: bau-bau, y los franceses: guaf-guaf. En lo tocante a los gallos, franceses e italianos cuentan que despiertan escuchando kokorikó. ¿A qué viene todo esto? Bueno, a que los angloparlantes, cuando un canario silba, oyen: tuit-tuit… Y si vuelve a silbar, vuelven a oír: tuit-tuit… Aunque ellos lo escriben de otra manera: twitt-twitt…

De esa onomatopeya surgió el nombre del más reciente sistema de comunicación –el Twitter– que, ¡al fin!, está haciendo realidad la profecía que en 2006 lanzaron los que empezaban a tejer las telarañas de las redes sociales en México, tras el golpe de Estado de los levantacejas, que por sus pistolas mediáticas proclamaron el triunfo de Calderón: más temprano que tarde, los ciudadanos organizados en Internet serán más poderosos que Televisa.

Hasta el pasado mes de marzo, había en nuestro país cuatro millones de usuarios de Twitter. Por increíble que parezca, hace pocas semanas, la masa crítica de esa comunidad pulverizó, en menos de 72 horas, la imagen de papacito de la patria que Televisa, durante más de un sexenio y a un costo escalofriante, le construyó a Peña Nieto.

Bastó que el ex gobernador mexiquense abriera la boca en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, para que pusiera de manifiesto su verdadera esencia: la de un muñeco de plástico, semejante a Kenny, el hombre de acción, completamente vacío por dentro. Y es que en cuanto la televisión lo captó confundiendo nombres de autores y de obras que dizque lo marcaron en la vida, quedó al descubierto el pastel.

Para las empresas españolas, estadunidenses y canadienses que se han apoderado del petróleo, el gas, la generación de energía eléctrica y los yacimientos de oro, plata y hierro; para los 30 dueños de todo lo que no ha sido entregado a los extranjeros; para los banqueros que siguen cobrando los intereses de los intereses del Fobaproa; para los altos mandos del gobierno que forman parte del crimen organizado; para los que tienen deudas pendientes con la justicia –Salinas, Zedillo, Chuayffet, Fox, los Bribiesca, Lozano, Molinar Horcasitas, Cecilia Romero, Ulises Ruiz, Mario Marín, etcétera–, y para el pozo sin fondo de Televisa, Peña Nieto era el instrumento ideal que prolongaría su dominación del país otro sexenio.

Por eso no se cansaron de sacarle todo el dinero posible –allí están las facturas que documentan el costo de sus promocionales en radio: a millón de pesos el minuto– para inflarlo en las encuestas de popularidad y llevarlo a la Presidencia de la República sin siquiera despeinarse en el mero trámite –eso creían, el mero trámite– de ganar las elecciones del primero de julio.

Cuando a raíz de su caída al abismo en la FIL, cientos de miles de usuarios de Twitter se dedicaron a inventar nombres de escritores y novelas, haciendo alarde de su cultura literaria y burlándose de la incultura general de Peña Nieto, en Televisa y en el PRI se dispararon las sirenas de alarma y los levantacejas acudieron de inmediato a rescatarlo.

Es una campaña de desprestigio, pagada por la oposición, afirmó sin sonrojarse uno de sus más reptílicos defensores. Para gobernar no es importante ser buen lector, dijo otra voz, sin reparar en que Fox y Calderón tampoco leyeron nunca y las consecuencias están a la vista.

Luego vino la reacción de la hija de Peña Nieto, que llamó “pinches pendejos, parte de la prole” a los detractores de su papi, mismos que en Twitter la convirtieron a ella en el más popular de los temas del día. A continuación, Kenny reconoció que ignoraba el monto del salario mínimo, antes de admitir que tampoco sabía el precio del kilo de tortilla.

Cada uno de esos disparates fue pasto de un rico manjar para los tuiteros, a tal grado que a los asesores del muñeco no se les ocurrió nada mejor que retirarlo del aparador y ponerlo en salmuera hasta el primero de abril, cuando, si para entonces no lo han sustituido, tendrá que volver a abrir la boca. (¡Nooo! ¡Todo menos eso!, me cuentan que exclaman horrorizados quienes aguardan la llegada inexorable de ese día, para ellos, nefastísimo.)

¿Por qué Twitter pinchó, ponchó y sacará de la carrera presidencial a Peña Nieto? Retrocedamos a la época de Benito Juárez, nuestro mayor estadista del siglo XIX, que de ningún modo fue un demócrata, como tampoco lo fueron los liberales del resto de América Latina, y como mucho menos lo son los neoliberales de hoy.

Para los forjadores del Estado nacional mexicano, a mediados del XIX, la democracia era lo de menos. No les pasaba por la mente someter sus proyectos a la consideración de las masas analfabetas. Estas votaban de otro modo: tomaban las armas y listo. Pero a la hora de aprobar leyes, programas de gobierno, sustitución de autoridades, quienes opinaban, quienes eran tomados en cuenta, quienes decidían, eran los hombres ilustrados, los entendidos, los que leían y hablaban otros idiomas, los de arriba, los cultos.

Siglo y medio después, los que mandan, los que influyen, los que deciden, los que viven en la punta de la pirámide son, mayoritariamente, usuarios de Twitter. De allí el activismo y la urgencia de los levantacejas por contrarrestar, con sus habituales boberías y falacias, el ingenio y el veneno letal que pueden concentrar los 140 caracteres de un mensaje de Twitter.

¿Por qué el efecto acumulativo de miles de millones de pesos invertidos en Peña Nieto se evaporó ante el título de un libro inexistente como La insoportable levedad del gel, que alguien difundió en Twitter? Porque, a través de Twitter, la chusma se coló de lleno en los salones del poder y comenzó a escribir sobre las paredes íntimas de los dueños de México, las verdades que se dicen en todas partes, menos en la televisión. En otras palabras, Twitter liquidó la máxima que rezaba: lo que no pasa en la televisión no pasa en la realidad.

En 2001, en Argentina, los mensajes de Hotmail derribaron al gobierno de Fernando de la Rúa. En 2004, los mensajitos de teléfono celular cambiaron en menos de 24 horas la intención de voto de los españoles. En 2010, las páginas de Facebook incendiaron la vieja dictadura de Túnez, y a principios de 2011, cuando la tiranía egipcia desconectó una semana la señal de Internet, el pueblo recurrió al fax para salir a la plaza pública y rebelarse.

Todo sugiere que en el incierto México de 2012, Twitter será uno de los campos de batalla donde va a decidirse la lucha por el poder. Y en estos momentos, mientras las autoridades electorales maniobran para que Andrés Manuel López Obrador desaparezca de la escena pública hasta el primero de abril (y Peña Nieto conserve su popularidad en salmuera), ese espacio de debate y polémica está esperando a quienes desean contribuir al rescate y la trasformación de México. ¡Hasta el próximo sábado!

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