sábado, marzo 03, 2012

Tres mensajes de cambio, sólo uno verdadero


Para la próxima contienda presidencial, el “cambio” ya ganó. Ocho de cada diez ciudadanos que irán a las urnas el primer domingo de julio próximo expresan que votarán “por el cambio”. Están hartos, indignados o simplemente molestos con la situación de inseguridad, desempleo y corrupción que vive el país.
El problema es que los tres principales candidatos y sus respectivos partidos políticos dicen representar “el cambio” que exigen los ciudadanos. El candidato del PRI-PVEM, Enrique Peña Nieto (EPN), dice representar un cambio generacional, el rostro joven y la sangre nueva que necesita la Presidencia de la República para que este país cambie. Por su parte, la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota dice que ella personifica el cambio porque sería la primera mujer presidenta en la historia de México. Para ella el cambio se reduce a una cuestión de género, a un cambio de sexo en la figura presidencial. Por su parte, Andrés Manuel López Obrador cifra el cambio en otros factores distintos a lo generacional o al género: el “cambio verdadero” consiste en reducir las desigualdades, en una nueva ética de servicio público, en una presidencia honesta y en un gabinete de ciudadanos expertos y, preferentemente, sin partido.
Procedimos a preguntar a los ciudadanos, mediante un sondeo, qué es lo más importante para ellos al momento de elegir al próximo presidente de México: que sea joven, que sea una mujer o que sea honesto y con experiencia de gobierno. Estos son los resultados.
El sondeo fue nacional, a domicilio, y se levantó hace apenas un mes, con un margen de error de 3.1%. Al preguntar a los encuestados “qué tan importante es para usted que el próximo Presidente de México sea…”, al dar a elegir entre 24 atributos, los que mayormente concentraron el calificativo de “mucho” fueron: una persona “honesta” 66%, “confiable” 64%, “inteligente” 62%, “cercana a la gente” 60% y “comprometida” 60%.
El ser “joven” se ubicó en la posición 18 (con 19% de menciones de “mucho”), mientras que el ser “mujer” se colocó en la última posición, la 24 (15% de menciones como cualidad destacada). Para corroborar la preferencia, se pidió a los entrevistados que sólo eligieran el atributo más importante de todos, desde su punto de vista. Los resultados fueron: “que sea honesto 45%; que sea un líder fuerte 24%; que sea cercano a la gente 18%; que tenga experiencia 12%; no sabe, no contestó 1%”.
Con otros dos reactivos, se observaron resultados similares. “De las siguientes cualidades que debería tener el próximo presidente de México, dígame por favor cuál prefiere: ¿que sea hombre, mujer o le da igual? Me da lo mismo 61%, hombre 24%, mujer 10%, Ns/Nc 5%”.
“De las siguientes cualidades que debería tener el gabinete de gobierno del próximo presidente de México, dígame por favor qué cualidades prefiere: que sean personas honestas 40%, que sean personas con experiencia 27%, que sean personas sin identificación con partidos 14%, que sean personas jóvenes 9%, que sean funcionarios del mismo partido que el presidente o de partidos de oposición 6%, Ns/Nc 4%”.
¿Qué podemos observar de estos resultados? En primer lugar, que la honestidad del próximo presidente de México es una cualidad personal mayormente valorada por los ciudadanos que la circunstancia generacional o de género. Que en cuestión de gabinete o equipo de gobierno del próximo presidente, la honestidad, la experiencia y la no filiación partidista son mejor valoradas que la edad y la pertenencia a algún partido político.
Ahora bien, ¿los electores jóvenes votan por candidatos jóvenes? ¿Las ciudadanas votan mayoritariamente por sus iguales de género?
Siendo dos factores intervinientes en la decisión de los electores, podemos señalar con base en diferentes experiencias electorales que las consideraciones de generación y de género, por sí solas, no son determinantes en el desenlace de una elección. De otra forma, no hubiesen llegado a la Presidencia de sus países los siguientes personajes, ni tampoco hubiesen ocupado la dirección política de sus países las mujeres mencionadas a continuación.
Lula Da Silva llegó a los 58 años de edad a la presidencia de Brasil (2003); cuando la edad promedio de los brasileños era de 25 a 30 años y él era el de mayor edad de los candidatos en la contienda.
Otro socialista, Francois Mitterrand ganó la presidencia de Francia a la edad de 65 años (1981), cuando la edad promedio de los franceses se ubicaba en el rango de los 35 a 40 años, siendo también el mayor de los participantes en la contienda presidencial gala.
Vladimir Putin busca actualmente su segundo período a los 60 años de edad, dirigiéndose a electores rusos cuyo promedio de edad oscila entre los 35 a 40 años, con amplias posibilidades de ganar frente a un competidor de menor edad.
Por el lado conservador, podemos ubicar tres ejemplos. Ronald Reagan alcanzó la presidencia norteamericana a los 69 años (1980), cuando la edad promedio de los norteamericanos se ubicaba entre los 35 a 40 años. El año pasado, Sebastián Piñera, a la edad de 62 años, ganó la presidencia de Chile (2011), convenciendo a un electorado cuya edad promedio es dos generaciones más joven, de 30 a 35 años. En tanto en España, Mariano Rajoy hace tres meses, se hizo de la presidencia de España a los 58 años de edad, con el voto de un electorado indignado cuyo mayor rango de edad se concentra en el quinquenio de 35 a 40 años.
Lula Da Silva, Francois Mitterrand, Ronald Reagan y Vladimir Putin (en caso de ganar la próxima elección) comparten otra característica: lograron reelegirse, la mayor parte de los casos frente a contendientes de menor edad.
En México, la cuestión generacional o de género no es el tema central de la próxima elección. Y es que la pregunta importante no es si México está preparado para ser gobernado por una mujer, sino más bien si es capaz de continuar otros seis años de inseguridad, desempleo y desigualdad bajo las siglas del PAN. Tampoco si el cambio que espera el país se resuelve simplemente con un cambio de rostro, donde queden intactas las estructuras de poder y corrupción que han alimentado tradicionalmente al PRI: es decir, si el cambio consiste en servir vino nuevo en odres viejos.
Para muchos ciudadanos, el cambio verdadero va más allá de una cuestión generacional o de género: se trata claramente del cambio de rumbo que necesita el país, para garantizar por lo menos dos avances muy específicos: un presidente honesto, con un gabinete de ciudadanos expertos. Precisamente lo que representa el candidato de las izquierdas, AMLO, para millones de mexicanos.

ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx
Twitter: @ricardomonreala

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