martes, junio 19, 2012

Mexlub y Pemex, otro hoyo negro

La compañía Mexicana de Lubricantes fue el primer esquema de asociación de Pemex con empresas privadas. Sus resultados: en 19 años, la paraestatal no ha obtenido un solo peso de ganancia; por el contrario, tal sociedad le ha generado pérdidas cuantificadas en más de 30 mil millones de pesos. Pemex no tiene acceso a los libros contables, ni voz ni voto en su administración. En diciembre pasado, la Auditoría Superior de la Federación fiscalizó la documentación contable y financiera de Mexlub e identificó la corresponsabilidad de funcionarios de Pemex en las irregularidades
 
 
En el número 2270 de la avenida 8 de Julio, en la Zona Industrial de Guadalajara, se ubican las oficinas corporativas de una empresa privada de la que Petróleos Mexicanos (Pemex) es socia con el 49 por ciento del capital accionario. Se trata de Mexicana de Lubricantes (Mexlub), compañía dedicada a la elaboración de lubricantes y aditivos automotrices, aceites industriales y grasas. Su director, desde 1993, año de su fundación, es Salvador Martínez Garza, empresario neoleonés avecindado en Guadalajara desde 1945, quien incursionó en el negocio petrolero como representante de Texaco, convertido luego en socio de Pemex.
El de los lubricantes representa el 5 por ciento de las ventas totales de los petrolíferos en el país, se trata de uno de los 40 negocios más lucrativos en México, un negocio en el que Mexlub se anuncia como líder. La compañía, de la que cada uno de los mexicanos es socio, tiene oficinas en Guadalajara, Monterrey, Veracruz y Hermosillo, dos plantas de producción en Lagos de Moreno, Jalisco, y Tultitlan, Estado de México, y una planta de distribución en Tijuana, cada una “con personal altamente capacitado, lo que le permite responder a las demandas de los diversos mercados en los que participa”.
Según se anuncia, es “líder en venta de lubricantes automotrices e industriales, aditivos y grasas, con avanzada tecnología de producción, instalaciones certificadas, una amplia línea de productos de la más alta calidad y un equipo humano profesional, comprometido a superar las expectativas de los mercados más exigentes”.
Abona a la confianza de sus accionistas el que la compañía, “ha tenido la visión de invertir en tecnología de vanguardia en cada uno de sus procesos, siempre bajo las más estrictas normas de calidad y regulaciones para el cuidado y protección del medio ambiente”.
Además de su presencia en el mercado nacional, la compañía exporta a Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y Perú.
Sin duda que es un buen negocio, tanto, que incluso su director se hizo dueño de uno de los equipos de futbol más taquilleros del país, el emblemático Club Deportivo Guadalajara (conocido popularmente como las Chivas Rayadas del Guadalajara), equipo que conoció como patrocinador de la marca Texaco que el rebaño sagrado portó impreso en la parte frontal de sus playeras durante la temporada 1993-1994. Aficionado al futbol y cierto del negocio que representa, el socio de Pemex, proyectó en 2011 la compra de otro equipo de futbol, el Atlas, los Zorros rojinegros cuya marca está valuada en 60 millones de dólares.
En el lucrativo negocio de los lubricantes, el problema estriba en que aún cuando Pemex posee el 49 por ciento de las acciones, en los 19 años de existencia de la compañía, no ha recibido un solo dividendo como ganancia.

Coinversión fallida
 El caso de Mexlub es un ejemplo de que la asociación de Pemex con capital privado no es garantía de eficiencia y transparencia, ni panacea para su desarrollo. En el gobierno de Carlos Salinas de Gortari se impulsó el primer esquema de asociación privada en la industria petrolera. Se crearía una empresa asociada con privados, que formulara, envasara y comercializara lubricantes terminados y grasas, para que Pemex se limitara a producir en sus refinerías exclusivamente lubricantes básicos.
La empresa tendría capital mixto, con el 49 por ciento de las acciones para Pemex y el 51 por ciento para sus socios particulares, con el objetivo de que la sociedad no se sujetara a la regulación aplicable a las empresas paraestatales y contara con el control operativo propio. El socio debía aportar el capital inicial para la inversión y, al cabo de dos años, la compañía sería independiente.
Mediante el otorgamiento de una licencia para formular, envasar y vender las marcas que comercializa Pemex, la compañía conservaría el acceso exclusivo de los lubricantes automotrices a la red de estaciones de servicio propiedad de Pemex. El 9 de abril de 1992, el Consejo de Administración aprobó el esquema, y se convocó a un proceso de licitación en el cual en enero de 1993 se eligió como socio a Impulsora Jalisciense, SA de CV.

Dicha compañía se había constituido ese 11 de enero de 1993 en una notaría de Guadalajara, por los socios Industrial de Compuestos Químicos, SA de CV (ICQ), Grupo Industrial Martínez Garza, Envases de Acero Guadalajara, Grupo Financiero Abaco, Grupo Villacero, entre otros, bajo la dirección de Salvador Martínez Garza.
Ocho días después, el 19 de enero, formalizaban la sociedad con Pemex, mediante un contrato de coinversión y la constitución de la nueva empresa denominada Mexicana de Lubricantes, cuyo objeto social fue “la formulación, envasado, transporte y comercialización de toda clase de aceites y grasas lubricantes y negocios afines en México y el extranjero”.
Mexlub se constituyó con un capital fijo de 3 millones de pesos integrado por 300 mil acciones con un valor nominal de 10 pesos cada una; 59 por ciento, propiedad de Impulsora Jalisciense y 49 por ciento de Pemex.
La administración estaría a cargo de un Consejo integrado por siete consejeros propietarios y sus respectivos suplentes; cuatro de ellos designados por Impulsora Jalisciense y tres por Pemex. El mismo día de su creación el Consejo de Administración sesionó y acordó la constitución del capital variable por 356 millones 600 mil pesos. Se protocolizó ante notario público de Guadalajara y en febrero se inscribió en el Registro Público de Comercio.
Se firmaron varios contratos operativos. En uno se estableció que Mexlub debía comprarle a Pemex el 90 por ciento de los aceites básicos, y el otro 10 por ciento negociarlo con precios acordes al mercado internacional. También se firmó el contrato de maquila de aceites y grasas. En éste se asignó a Mexlub la producción de aceites y grasas utilizando aceites básicos proporcionados por Pemex; el producto sería propiedad exclusiva de Pemex Refinación, subsidiaria que le entregaría una parte de la venta, que prácticamente estaba asegurada. Para Impulsora Jalisciense era sin duda un negocio redondo, cuantificado entonces en 332 millones 196 mil pesos en crecimiento exponencial.
En diciembre de 2011, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) máximo órgano de fiscalización en el país revisó la inversión de Pemex en Mexlub y al escrutar las condiciones de la licitación encontró irregularidades desde el proceso de licitación.
La ASF destaca que en la licitación, en la oferta de cada grupo se debía especificar el monto de su postura más el importe de los derechos e impuestos, y por escrito ratificar su oferta; sin embargo, en su propuesta económica ICQ solicitó a Pemex su apoyo para financiar el IVA hasta por un plazo de 60 días. Aun con ese antecedente se le declaró ganadora, cuando debía descalificársele.
En el contrato de coinversión inicial entre Pemex y Mexlub también se suscribió la obligación de Mexlub a pagar adicionalmente el IVA por la compra-venta de los activos tangibles e intangibles de Pemex Refinación que usaría la empresa por la cantidad de 50 millones 840 mil pesos. Eso debía liquidarlo el 19 de febrero, pero lo pagó hasta agosto.

Las pugnas
 Desde sus primeros años, la administración de Mexlub se llevó al margen de la participación de Pemex, controlada únicamente por Impulsora Jalisciense. La paraestatal quedó fuera de toda decisión corporativa, y peor aún, no se le reportó un solo peso de ganancia.
El 21 de septiembre de 1993, Mexlub realizó gestiones para registrar la marca del mismo nombre, pero le fue negada por el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) debido a que el 25 de agosto la empresa Bardahl ya había registrado tanto la marca Mexlub como Maxlub para lubricantes y grasas. El 30 de noviembre de 1994 se celebró un contrato de licencia de uso de marcas Bardahl por un término de 20 años, en el que se otorgó a Mexlub la autorización de uso y explotación de esas dos marcas. El 10 de octubre de 2000 Bardahl demandó en tribunales mercantiles a Mexlub por violaciones al citado contrato.
El 13 de noviembre de 1997, la Comisión Federal de Competencia (Cofeco) inició un procedimiento oficioso (ID16801) sobre la inversión de Pemex en Mexlub.
Por su parte, Bardahl inició un litigio para reclamarle a Pemex el pago de perjuicios ocasionados “desde la firma de los contratos de coinversión y licencia de uso de marcas” con el cual se otorgó a Mexlub la venta de grasas y lubricantes alegando que desde la firma de dichos contratos no podía vender sus productos.
Paralelamente se acentuaron las diferencias entre Pemex y su socia Impulsora Jalisciense. “Los problemas empezaron a partir de 2000 con la oposición de Mexlub a proporcionar información y no celebrar asambleas, por lo que Pemex Refinación tomó la decisión de rescindir y terminar los contratos operativos celebrados entre ellos, mediante el aviso del día 6 de febrero de 2002”, de acuerdo con la versión del jurídico de Pemex, la Oficina del Abogado General (OAG).
En efecto, aquel febrero Pemex le comunicó a Mexlub su determinación de dar por terminados los contratos de maquila y de licencia de uso de marcas, y por rescindido el contrato de suministro de aceites básicos, argumentando que Mexlub incumplió sus obligaciones sustanciales previstas en cada uno de los contratos referidos, pero sobre todo, porque hasta esos momentos Mexlub no le había reportado utilidades netas que pudieran ser distribuidas como dividendos en dos ejercicios fiscales consecutivos, lo cual, según el contrato de coinversión, era causal de disolución de la sociedad y rescisión del contrato. Martínez Garza respondió con juicios de amparo.
Así empezó para Pemex uno de los casos más conflictivos en su historia. Situaciones litigiosas costosas y abrumadoras. Un rosario de procedimientos judiciales y administrativos instaurados entre Mexlub, Impulsora Jalisciense y Pemex. Catorce juicios, algunos de ellos aún vigentes, que involucraron a abogados de Pemex, adscritos a la OAG, en conductas irregulares que hoy están incluso bajo escrutinio del Órgano Interno de Control (OIC) y de la Procuraduría General de la República (PGR), al detectarse la premeditada negligencia por parte de los abogados de Pemex para defender el caso.

Corresponsabilidad de Pemex
Apenas en diciembre, la ASF auditó por fin la inversión de Pemex en Mexlub. Los resultados –que fueron integrados en el informe de la revisión a Cuenta Pública 2010– comprueban lo que durante muchos años ha sido un secreto a voces: el enorme desaseo en la asociación entre Pemex e Impulsora Jalisciense, y la corresponsabilidad de funcionarios de Pemex en la administración discrecional de Mexlub, pero sobre todo destaca la ineficacia en la defensa del patrimonio de la paraestatal.
En pocas palabras, la ASF concluye que Pemex “no cumplió con las disposiciones normativas aplicables”, tal y como precisan sus resultados:
La auditoría desaprueba desde el proceso mismo de licitación en la que se eligió a Impulsora Jalisciense como ganadora del proceso, luego la constitución de la empresa, su operación, e incluso en los procesos litigiosos, lo que explica porqué hasta ahora el caso parece no tener salida.
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